El tema más mediático de esta semana ha girado en torno al, a todas luces, desafortunado y reprobable gesto protagonizado por el Presidente de la Real Federación Española de Futbol, una vez acabado el partido de la final del campeonato del mundo de fútbol femenino, en el que la selección española se impuso, alzándose por ello con el título mundial. Creo que no queda nadie sin ver la esperpéntica celebración del impresentable personaje en cuestión.
A raíz de esos hechos, se ha venido produciendo una auténtica catarata de peticiones de dimisión del Sr. Rubiales, que como viene siendo habitual en esos casos, no veía motivo alguno para tener que dejar su cargo al frente de la Federación de Futbol.
No debe causar mucha sorpresa este caso concreto, ya que por desgracia en nuestro país, lo que suele ocurrir es que nadie esté dispuesto a asumir responsabilidad alguna de todo aquello que sale o se hace mal. Y este caso del Sr. Rubiales, es tremendamente mediático, pero hay otros muchos casos, menos mediáticos, en los que resulta realmente complicado que quienes han tenido que ver de forma directa con fracasos, hagan la más mínima autocritica y asuman responsabilidades.
Y a eso es a lo que quiero referirme hoy. Es necesario recordar lo sucedido hace tres meses en nuestras islas a raíz de las elecciones locales y autonómicas. No podemos olvidar el tremendo varapalo que sufrieron las fuerzas progresistas, que de gobernar nuestra Comunidad Autónoma, la mayoría de los Consells Insulars y una mayoría también de los municipios; en una sola jornada se vieron en la oposición, perdiendo todo el poder que habían ostentado.
El varapalo fue general en todas las islas, sin embargo donde se dieron los peores resultados fue en nuestras islas Pitiusas. Las fuerzas progresistas pasaron de gobernar en Formentera, en el municipio de Eivissa y el de Sant Josep, a perder todos ellos. Lo cierto es que escuchando a los responsables de los gobiernos progresistas de la pasada legislatura, todos ellos afirmaban estar en disposición de revalidar esos tres gobiernos; llegándose incluso a plantear muchas expectativas en un municipio gobernado por el PP, en concreto Sant Joan, debido a tiranteces y conflictos internos existentes entre los integrantes del partido de derechas.
Claramente, el resultado del pasado 28 de mayo, estuvo muy alejado de esas previsiones optimistas de algunos y pasó lo que pasó. Los máximos responsables en esas tres instituciones en aquellos momentos, eran socialistas. Cabe recordar cuál fue la reacción inmediata cuando los resultados del recuento de votos fueron definitivos. Tanto en Eivissa como en Formentera los dirigentes socialistas afirmaron que para nada percibieron ese ambiente contrario a sus intereses en la calle. Eso precisamente solo puede significar dos cosas; una que no se estaba lo suficientemente cerca de la gente de la calle, de los ciudadanos de a pie, o bien y lo que sería todavía peor, que mentirles y engañarles resultaba muy fácil.
Cuando uno recoge un resultado tan estrepitosamente malo, lo que cabe esperar de los dirigentes, es que se analice la situación y se intente averiguar por qué se ha llegado a la misma. En el Partido Socialista, a día de hoy nadie ha hecho este trabajo, ninguno de los dirigentes ha hecho el más mínimo ejercicio de autocritica.
Prueba de ello es la única explicación que se ha dado desde esa derrota; según su análisis fueron victimas injustas del desencanto existente con lo que se estaba haciendo desde el Gobierno del Estado, vamos lo que se dice pelotas fuera, aquí no se tuvo en cuenta más que lo que se hacía en Madrid. Aquí se sufrió un castigo por lo que hicieron otros y no se valoró lo que se hizo en política local.
Este argumento se derrumba como un castillo de naipes, cuando apenas dos meses después en unas elecciones generales, ideales para el castigo de las políticas estatales, los resultados no fueron tan malos como se vaticinaban para el Partido Socialista. Por lo tanto se debe deducir que en las locales sí hubo un altísimo grado de voto de castigo a la política local, aunque nadie lo haya reconocido todavía.
A los dirigentes locales les fue muy bien la inesperada convocatoria de elecciones generales, ya que afirmaron verse en la obligación de mantenerse en sus cargos orgánicos para hacerse cargo de la inminente campaña electoral. Pero todo eso ha pasado ya, las generales pasaron y en los socialistas pitiusos, no se vislumbra la menor reacción. Todo sigue igual.
Si se quiere un resultado distinto en futuras convocatorias electorales, hay que empezar desde ya. Al timón de la nave socialista no pueden mantenerse las mismas personas que obtuvieron los malísimos últimos resultados locales. Se imponen dimisiones de todos los dirigentes actuales; hace falta una profunda renovación y ya no hay excusas para pretender atrincherarse en unos cargos orgánicos, ya que hacerlo, a quien más perjudicaría sería a la propia parroquia socialista.
Autocrítica y reacción ya.
Dimisiones pendientes
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