Una vez iniciada la temporada de verano en nuestras islas, se van modificando algunas previsiones claramente optimistas y que avanzaban la certeza de una temporada extraordinaria, incluso de record y por encima de cualquiera de las vividas hasta la fecha; sin embargo conforme se van conociendo y concretando algunos datos en cuanto a reservas reales, o sobre el número de turistas que van llegando, el exacerbado optimismo inicial se va desinflando.
Los datos conocidos del mes de junio arrojan resultados contradictorios, ya que por un lado las cifras de ocupación hotelera tanto en Eivissa como en Formentera son inferiores a las del pasado verano de 2022; mientras por el otro, el número de pasajeros llegados al aeropuerto, se ha incrementado sustancialmente respecto al año anterior.
Esta es la realidad con la que se topan tanto las administraciones, como las empresas vinculadas al sector. Por ello, parece razonable hacer algún tipo de inmersión en esos, en principio, datos contradictorios. Por los datos oficiales aportados por Aena, está claro que están entrando más turistas que el año pasado, lo cual necesariamente nos retrotrae a unas declaraciones del director insular de Turismo en las que afirmaba, con datos de la campaña anterior, que en verano hay en Eivissa 100.000 turistas que no se sabe donde se están alojando. Si se asume como cierto ese dato, está claro que la existencia de la oferta de vivienda vacacional no reglada o directamente ilegal, es escandalosa.
Primera conclusión, hay que ponerse a trabajar denodadamente en combatir ese tipo de actividad pirata, buscando formulas de mayor efectividad a la hora de combatirla, aprovechando que ahora las administraciones implicadas son del mismo color político y, por tanto no cabe la excusa de la falta de colaboración por la rivalidad política entre ellas.
Por otro lado, también cabe hacer mención a alguna de las propuestas que figuran en el documento de acuerdo entre PP y Vox en nuestras islas. En concreto, me refiero a la derogación de la moratoria turística en cuanto al número de plazas a gestionar. Tal compromiso ha sido acogido con público jolgorio por parte del sector hotelero, aplaudiendo la llegada del nuevo gobierno autonómico y repudiando ahora los acuerdos a los que ellos mismos habian llegado con el gobierno saliente.
Y esta propuesta realmente pone en evidencia ese sentido de la contradicción que mencionaba. Vamos por partes; de lo vivido la pasada temporada, parece claro que las administraciones pitiusas, coinciden en la existencia de graves problemas de saturación en nuestras islas, especialmente en los meses álgidos de la temporada. Por ello se anuncia que habría que empezar a fijar límites al constante crecimiento de la oferta turística y, hay coincidencia en que cabe empezar regulando y limitando el libre acceso de vehículos a ambas islas. En Formentera ya llevan aplicando una ley que lo regula y que el nuevo ejecutivo insular pretende modificar para mejorar su efectividad; en tanto que en Eivissa ya se lleva algún tiempo trabajando en una propuesta similar.
Si unimos este tipo de propuestas, con el manifiesto e indecente número de plazas turísticas ilegales que se están explotando, parece clara la necesidad de fijar de alguna forma un techo al número de turistas que podemos acoger cada año. Pero claramente ello entra en conflicto con la voluntad del nuevo Govern de levantar la moratoria; ya que si con ella en vigor, ya hay saturación, que podemos esperar si se acaban autorizando miles de plazas más.
Pero la contradicción no se acaba aquí. Ahora que estamos de nuevo en plena campaña electoral, en la que parece que todo vale para captar votos, aunque defiendas en algún momento lo contrario a lo que propone tu propio partido; aparece el candidato del PP al Senado por Eivissa y Formentera, prometiendo un Plan de Modernización y Competitividad del sector turístico, que incluiría una propuesta de mejora de la calidad de los establecimientos y por tanto de su oferta, a pesar de que según sus propias palabras sea «a costa de reducir plazas».
Poca coordinación se desprende de ambas propuestas, cuando por un lado se propone la aportación de miles de plazas que ahora mismo no se comercializan, mientras por el otro se prometen planes turísticos que a costa de la reducción de plazas, permitan mejorar la calidad de la oferta.
Sobre el tema de lo que se entiende por calidad de la oferta y de lo que queremos que sea la base de nuestra industria turística, entraré en artículos posteriores. Ahora lo deseable sería que las administraciones responsables, se centrasen en saber hasta dónde se puede llegar con la oferta y dedicaran todos los esfuerzos en mantener a largo plazo la base de nuestra economía, el turismo. Más vale mantener un decente margen de beneficios, que pretender siempre más a toda costa.
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