Leo casi todo lo que cae en mis manos sobre nuevas ideas políticas; me interesa porque creo que son necesarias en esta transición desde un modelo capitalista a otro cuyas características ignoramos. Tal vez por ello leí con interés un artículo sobre ideología y presupuestos publicado en la prensa palmesana por Jaume Alzamora, secretario general de Més por Mallorca, que ocupa un cargo relevante en el Consell, de quien yo esperaba que aportara algo original.
Si ese artículo hubiera sido interesante, ordinario o si no aportara nada (los medios y las redes están plagados de contenidos insípidos e inocuos) no lo hubiera comentado. Pero no he podido resistir coger la pluma porque hay una inusual y profunda desconexión con la realidad, impropia de alguien de quien se espera que transforme el mundo, al menos el más cercano.
A la izquierda uno le pide que cambie las cosas porque para conformistas ya están los conservadores. Eso pasa por tener una idea de lo que ocurre, por entender las magnitudes. Que se equivoque en las soluciones es más admisible que ignorar sus propias capacidades.
Dejo de lado las invectivas a la derecha, que son parte de la ambientación y voy a la (poca) sustancia: dice que gracias a Més el Consell de Mallorca ha inyectado «cuatro millones de euros para mitigar los efectos de la inflación sobre los suministros de pequeñas empresas y autónomos contribuyendo a reducir las necesidades de una parte del tejido productivo». Añade que gracias a la valentía de su partido, el Consell destinará otro millón «para repartir bonos para la adquisición de producto local» con lo cual «también ayudará a proteger tanto a las familias como a las empresas». Y se congratula de su arrojo porque, dice, «este es el valor de la política útil». Ya lanzado a toda velocidad se atribuye también que un millón de euros del Consell se vaya a destinar a la emancipación de los jóvenes de Mallorca, quienes tienen dificultades para dejar la casa de sus padres y emprender el camino en solitario. Este millón, creo, es el que el Consell está ya gastando a cien euros por joven que presente una solicitud. También Mallorca empieza a solucionar sus problemas ambientales porque el Consell, gracias a Alzamora y su grupo, ha introducido catorce millones de euros en energía sostenible «y en inversiones en infraestructuras municipales». Y, naturalmente, faltaría más, está el dinero para la lengua y para las lesbianas, homosexuales y similares, que ya rematan la faena y nos proporcionan la felicidad total.
La cortedad de miras subyacente es impresionante: ¿alguien puede pensar que con cien euros un joven se emancipa? Incluso si el millón de euros dedicado a toda Mallorca se destinara solo a los jóvenes de un municipio, no cambiaría nada. Igual que los catorce millones para las energías sostenibles y equipamientos municipales no van a bastar ni para pagar a los comisionistas. O el millón para repartir entre quienes compren sobrasada y ensaimadas. Es tremendo comprobar que alguien pueda pensar que cuatro millones acaban con la inflación. ¿Realmente estamos a este nivel?
Que alguien que desconoce la función pública diga que los seiscientos millones de presupuesto del Consell cambiarán Mallorca, aunque sea un disparate, tendría un pase, pero que lo diga Alzamora que diariamente convive con la institución y debe conocer su ineficacia revela como mínimo que es un bisoño: su Consell es perfectamente capaz de comerse los seiscientos millones y más en provecho propio, sin que ni un euro caiga fuera de sus cuatro paredes. Alzamora más que nadie debería haber visto la pasmosa inutilidad de la maquinaria que comanda. Entiendo que no lo proclame públicamente, porque nadie tiene la valentía de decirnos la verdad, pero de ahí a ignorarlo va un abismo.
¿De verdad piensa que el Consell va a combatir la inflación, que tiene alguna capacidad de hacer políticas anticíclicas? ¿En serio? Del artículo se deduce que está convencido de que va a cambiar Mallorca con esas cuatro medidas, lo que genera dudas mucho más preocupantes. Yo diría que ni siquiera el Gobierno nacional tiene poder suficiente para frenar la inflación, para modificar de forma radical el rumbo económico, como bien se pudo ver con el plan E de Zapatero.
Cuando acabé el artículo intuí que Alzamora es de esos políticos que son capaces de decretar la prohibición del mal, del dolor y del sufrimiento y hacernos a todos felices por imperativo legal. Tal vez el Consell debería ser pionero en ello. Por supuesto, gracias a la valentía política de Més y en contra de los agoreros que no creen en los Alzamoras que vienen.
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