Los partidos «bisagra» con muy pocos votos logran ser decisivos en la gobernabilidad de las instituciones y, además, deciden si el fiel de la balanza se decanta a la derecha o a la izquierda, según les convenga a ellos en cada momento, lo cual es un grave peligro para la democracia. Sobre todo, cuando se comportan irresponsablemente y deciden exigir cuotas de poder muy por encima de lo que le correspondería por los votos obtenidos en las urnas. Acostumbran a tener una voracidad desmedida en la asunción de áreas de gestión para usar a su voluntad el dinero público para mantener fieles a aquellos pocos que les votan (algo más de 400 vecinos).
Opinión
La tiranía del Pi en Sant Antoni
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