El pasado domingo el Señor nos hablaba de la oración perseverante y llena de fe. La parábola presenta dos tipos humanos contrapuestos, el fariseo, meticuloso en el cumplimiento externo de la Ley; y el publicano, por el contrario, considerado pecador público. La oración del fariseo no es grata a Dios debido a su orgullo que le lleva a fijarse en sí mismo y a despreciar a los demás. Se jacta de lo bueno que ha hecho, y no es capaz de reconocer sus pecados, como se cree ya justo, no tiene necesidad, según él, de ser perdonado. El publicano reconoce su indignidad y se arrepiente sinceramente. Estas son las disposiciones necesarias para ser perdonado por Dios. Por esta razón, uno es perdonado, y el otro no. El publicano baja a su casa perdonado, y aquel no. Porque todo el que se ensalza será humillado, y todo el que se humilla será enaltecido.
DOMUND
Domingo 30. T.O. (Luc.18.9-14)
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