Los políticos deberían pasar un examen psicológico, como se hace en tantas profesiones. Por sus actos, negligencias y declaraciones, tenemos sobradas razones para dudar de su cordura y sentido común. También de su honorabilidad, por supuesto.
La carta ‘Es un escándalo', firmada por la muy desilusionada Rita Planells Ferrer desde su experiencia como concejala socialista en Santa Eulalia, no sorprende a nadie pero debiera sacar los colores a muchos mamones de la cosa a diestra y siniestra, en Ibiza y allende los mares.
España paga a más del doble de políticos que Alemania contando la mitad de población. Está claro a dónde va gran parte del dinero público «que no es de nadie». La pésima gestión de gente nula para la esfera privada (salvo que haya puertas giratorias) es la principal causa de que pretendan subir unos impuestos que ya son confiscatorios, ruina de autónomos y pequeñas empresas. Hay demasiadas competencias triplicadas que conforman una maraña en la que lo único que funciona es que nadie resulta responsable. Por algo desde Europa se exige mayor transparencia en cómo se reparten los miles de millones.
Recuerdo que, antes de entrar en la cárcel, la sultana mallorquina María Antonia Munar, decía que el efecto de criticar tanto a los políticos sería una llamada a nuevas dictaduras. Pero es justo lo contrario. Si no se les vigila mejor y exige absoluta transparencia, traerán ellos mismos el totalitarismo. Tras cargarse la separación de poderes, los partidos políticos son las mafias más importantes del Reino. El siguiente paso es cargarse la libertad de prensa, mosca cojonera del poder. El autócrata no quiere ser abucheado en la calle ni criticado en los periódicos. Entre locos y pícaros anda el juego, una jaula de grillos.
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