El gobierno sanchista está que trina porque en las comunidades donde mandan los populares se bajan algunos impuestos. Dado que es el gobierno más derrochador de la historia democrática, con récord de ministerios inútiles y asesores parásitos, se comprende su berrinche. Como buenos totalitaristas, pretenden gastar el dinero por nosotros.
Por algo en España se considera desde hace décadas a la clase política como uno de los grandes problemas. Incluso un comunista gourmand como Manuel Vázquez Montalbán llegó a escribir: «¡Contra Franco vivíamos mejor!».
Aunque estemos de acuerdo en que la democracia es el menos malo de los sistemas, sabemos también que es imperfecta y que resulta muy peligroso que el político sea un lobo para el pueblo. Por eso hay que exigir más transparencia, mayor responsabilidad y que, en la medida de lo posible, nos dejen tranquilos. Sabiduría de Lao Tsé: «Gobierno imperceptible, pueblo feliz; gobierno solícito, pueblo desgraciado».
Pero tantas leyes absurdas que pretenden dictarnos cómo vivir, qué comer, cómo hablar, qué pensar…tienen el objetivo de extender el miedo a la libertad y transformarnos en un rebaño sin espontaneidad. La aberrante igualdad del más bajo denominador común.
El estado del bienestar de los políticos es lo único que permanece inalterable en tiempos de crisis. El chiringuito público y las mafias que lo forman han sabido blindarse. ¿Para qué van a hacer sacrificios dentro de la casta cuándo pueden imponérselos al pueblo que les vota? Por eso el lobo, que no puede salir a la calle, quiere subir los impuestos; como el chulo que esquilma a la que sí trabaja la calle.
A mejor gestor, menos impuestos y mayor libertad.
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