Esto, apreciado Pedro Sánchez, querida Isabel Díaz Ayuso, no puede seguir así. Estamos ante una segunda edición del conflicto por los confinamientos, las restricciones en la hostelería, los estados de alarma, pero en versión energética. Lo que significa que no hemos aprendido nada. El Gobierno emite un decreto infumable, sin consensuar ni hablar con nadie, sobre restricciones energéticas, y la lideresa madrileña responde con una patada en el cielo de la boca al Gobierno central, igualmente sin intentar aproximación alguna, rechazando las restricciones en la iluminación de los escaparates para ahorrar luz ordenadas por el Ejecutivo central. «Madrid no se apaga», se rebeló la insumisa presidenta de la Comunidad madrileña. Sánchez respondió hablando de «evitar actitudes egoístas e insolidarias». Ya está el conflicto montado esta vez a cuenta de los escaparates, que no son sino un escape, un pretexto para buscar nuevas tensiones.

Díaz Ayuso sabe que tendrá que apagar escaparates por la noche, y lo que haga falta, como en otras ciudades europeas, porque estamos entrando en economía de guerra, como suena. Pedro Sánchez sabe que tendrá que negociar su ahora imposible de cumplir real decreto, porque ni todas las regiones españolas son iguales en cuanto a calor y frío, ni todas las industrias pueden prescindir en igual modo de la refrigeración ambiental si quieren sobrevivir. Emitir un ‘diktat' ordenando que las temperaturas se mantengan a una determinada gradación igual para todos y para toda España es, simplemente, un dislate propio de quien improvisa y lleva esa improvisación al ‘Boletín Oficial del Estado'.

Aquí, en esta España nuestra, el principal problema sigue siendo que no se negocia, que se hace campaña con lo que yo llamo siempre política testicular, de ‘se hacen las cosas, o no se hacen, por mis santos'. El real decreto, que contiene medidas sin duda de necesaria aplicación ante la tremenda crisis energética (y no solo energética) que se nos viene encima, quizá era inevitable. Pero no así. La ‘rebelión' en algunas Comunidades quizá también era previsible, porque a nadie le gustan ni las limitaciones ni, menos aún, las imposiciones. Ya digo: ni unos ni otros han aprendido nada de todo cuanto nos ha sucedido. La ‘batalla de Madrid', que es en el fondo, extremada, la ‘batalla da las dos Españas', sigue impertérrita. Ni Putin y su malditísima guerra logran hacernos cambiar. Es más, la bronca aumenta de día en día. Escaparatémonos de ella.