Jesús nos enseña lo que debemos pedir con el Padrenuestro, y nos insiste en que pidamos con fe lo que necesitamos: Pedid y se os dará, buscad y hallaréis, llamad y se os abrirá. Una de las notas esenciales de la oración ha de ser la constancia confiada en el pedir. La oración siempre es fecunda. La oración es el gran recurso que nos queda para salir del pecado, perseverar en la gracia, mover el corazón de Dios. Encontramos dos ideas en la petición del Padrenuestro: la primera es la confianza en la Providencia divina. La otra idea es que debemos interesarnos por las necesidades de los demás igual que nosotros deseamos la ayuda fraternal que necesitemos. Cuando tenemos la ocasión de practicar una buena obra, ya poseemos un premio, una gran satisfacción personal. Si una persona se preocupa por los demás para ayudar, el Señor lo tendrá en cuenta. La oración que Jesús enseñó a sus discípulos, nosotros todos los días la debemos rezar con la sencillez del hijo que habla con su padre. Lo más trascendente e importante es la primera palabra de la oración dominical: ¡Padre! Hemos de saborear esta palabra, reconociendo que Dios es nuestro Padre amante de todos sus hijos. Todos somos hijos de Dios por adopción, porque sólo Jesucristo es Hijo de Dios por naturaleza. El Señor Jesús se retiraba con frecuencia para hacer oración. Esta práctica del Maestro suscita en los discípulos el deseo de aprender a orar. Jesús nos enseña lo que El mismo hace. Padre nuestro, que estás en los cielos…… Es muy importante la oración vocal. Dicha oración debe ser humilde y perseverante, y pone como ejemplo la insistencia del amigo que en horas inoportunas pide tres panes. No me molestes, ya está cerrada la puerta; yo y los míos estamos acostados; y no puedo levantarme para dártelos. Si no se levanta para darle lo que pide, al menos para que no le moleste le dará lo que pide. Dios es un Padre que ama a sus hijos, que habita en nuestros corazones que nos atrae suavemente hacia Él, mediante la acción del Espíritu Santo que habita en nuestros corazones, por la gracia.
Opinión
Domingo 17 T.O (Lc.11,1-13)
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