Jesús nos da un gran ejemplo de humildad. Cuando Jesús decidió firmemente marchar a Jerusalén envió por delante unos mensajeros, que entraron en una aldea de samaritanos para prepararle hospedaje, y no los quisieron recibir. Al ver esto sus discípulos Santiago y Juan dijeron al Señor: ¿Quieres que digamos que baje fuego del cielo y los consuma? Jesús los reprendió y les dijo: ¿no sabéis que el Mesías no ha venido a perder los hombres, sino a salvarlos?. El Señor corrige la actitud exclusivista e intolerante de los apóstoles. Jesús toma a un niño para ponerlo de ejemplo a sus apóstoles y corregir las ambiciones demasiado humanas.
Dentro de la Iglesia fundada por Jesucristo, sabemos que es santa y es pecadora, es santa porque Cristo a fundó. Es pecadora porque está formada por hombres. ¡Cuántas envidias, rencillas, rencores, desamor y poca caridad en muchos que se llaman cristianos! El Señor expresa con claridad, las exigencias que comporta el seguirle. Ser cristiano, no es tarea fácil ni cómoda; es necesaria la abnegación y poner el amor a Dios, antes que nada.
El Señor hace admirablemente todas las cosas. Nos enseña que la virtud perfecta no guarda ningún deseo de venganza, y que donde está presente la verdadera caridad no tiene lugar la ira, y , en fin, que la debilidad no debe ser tratada con dureza sino que debe ser ayudada. La indignación debe estar lejos de las almas santas y el deseo de venganza lejos de las almas grandes.
Si la Iglesia no hubiera sido asistida por el Espíritu Santo, después de tantos siglos, ya no existiría: Jesús había prometido que no la dejaría sola.» Yo estaré con vosotros hasta el fin del mundo». La Iglesia de Jesucristo, es una, santa, católica y Apostólica.
Es una por la unidad de Fe, es católica porque está extendida por todo el mundo, y es Apostólica porque tiene su origen en los Apóstoles de Jesucristo. Dijo el Señor a Simón Pedro: Tu eres Pedro (piedra) y sobre esta piedra, edificaré mi Iglesia. Te daré las llaves del Reino de los cielos, lo que ates en la tierra- atar y desatar significa mandar o prohibir para el bien de la Iglesia quedará atado en el Reino de los Cielos, lo que desates en la tierra quedará desatado en el Cielo.
¡Creo en la Iglesia, confío en la Iglesia, amo a la Iglesia! ¡Quiero vivir y morir en el seno de la Iglesia Católica!
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