Si amamos a Dios Padre, seremos templos de Dios. Jesús, el Hijo de Dios, nos habla de la inhabitación de la Santísima Trinidad en el alma renovada por la gracia. Nuestro corazón necesita adorar a cada una de las personas divinas. Al Padre que nos ha creado, al Hijo que nos ha redimido y al Espíritu Santo que nos ha santificado. ¡Gloria al Padre, gloria al Hijo, gloria al Espíritu Santo!
San Agustín, al considerar la cercanía de Dios en el alma, exclama:» Tarde te amé hermosura tan antigua y tan nueva, tarde te amé!, he aquí que Tu estabas dentro de mí y yo por fuera, te buscaba.
Cristo no ha dejado a sus seguidores sin guía en la tarea de emprender y vivir el Evangelio. Antes de volver al Padre promete enviar su Espíritu a la Iglesia: Pero «el paráclito, el Espíritu Santo que el Padre enviará en mi nombre, Él os enseñará todo y os recordará todas las cosas que os he dicho». Este mismo Espíritu guía a los sucesores de los Apóstoles, los Obispos unidos al Obispo de Roma, a quien se le encargó mantener la fe y predicar el Evangelio a toda criatura. El Magisterio de la Iglesia interviene en el campo moral, porque es su misión predicar la fe que hay que creer y practicar en la vida cotidiana. Esta competencia se extiende también a los preceptos específicos de la ley natural, porque su observancia es necesaria para la salvación.
Dios, en su bondad y sabiduría, se revela al hombre. Por medio de acontecimientos y palabras, se revela a sí mismo y el designio de benevolencia que el mismo ha preestablecido desde la eternidad en Cristo en favor de los hombres ( Catecismo de la Iglesia Católica núm. 6). Este designio consiste en hacer partícipes de la vida divina a todos los hombres, mediante la gracia del Espíritu Santo, para hacer de ellos hijos adoptivos en su Hijo Unigénito. Dios quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad. Cuando Poncio Pilato preguntó a Jesucristo: «Que es la Verdad»? no se dio cuenta que tenía delante el que es la Verdad.
Yo soy el Camino, la Verdad, y la Vida, dice el Señor Jesucristo. Nadie va al Padre, sino por mí. Amo la Verdad absoluta, amo a Dios.
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