Esta pandemia covidiana incluye otra pandemia silenciosa que afecta de forma muy importante al colectivo médico, piedra angular de una sanidad pública insolvente, desbordada y al límite. Es absolutamente necesario, cuando se habla del compromiso del colectivo médico, recordar siempre, que 130 médicos en activo han fallecido por el covid. Cifra bélica en un escenario de paz. Pero la otra pandemia silente es el burnout o desgaste profesional de muchos médicos. El agotamiento del médico es un problema creciente sin soluciones fáciles y se ha convertido en un problema grave para la atención sanitaria en la actualidad. Muchos médicos, jóvenes y veteranos se están preguntando si deberían seguir adelante.
Se están cuestionando su elección profesional y su vocación, donde emerge la fatiga de su compasión. ¿Es sensato y racional trabajar así? ¿Es sostenible el esfuerzo, en una sanidad pública que se está desmoronando? La realidad sanitaria española y que niegan los seudolíderes políticos es alarmante. Hay escasez de médicos, se han autoexiliado más de 20.000 médicos, se van a jubilar un alto número y para agravarlo todavía más, muchos de los que hay están quemados, padecen burnout y cada vez hay más abandonos de la profesión.
Estamos asistiendo a un escenario insólito, coordinadores de atención primaria, que abandonan, que tiran la toalla y centros de salud en los que ningún medico quiere serlo. No es de extrañar, mucha retórica por parte de la administración, pero los incentivos son tan mínimos que nadie quiere fabricarse mas burnout. ¿Para cuando equipararlos a los jefes de servicio hospitalarios, aunque también ellos están muy mal retribuidos, en retribuciones, tiempo de coordinación y recursos? ¿Hasta cuándo seguirán abusando de la paciencia y la profesionalidad de los coordinadores, tutores y jefes de servicio? Estamos asistiendo a fuga de especialistas en Menorca e Ibiza, mermando todavía más los deficitarios recursos, sin que la administración sanitaria, mueva ficha y ponga en marcha un plan de incentivación para fidelizarlos.
Hay muchos médicos, insatisfechos y desilusionados, demasiados ante el nihilismo y la inoperancia de la administración. Hay muchos factores que influyen en este temible burnout, pero yo destacaría tres: las altas demandas de trabajo junto con una falta de control, las retribuciones insuficientes, que revelan poca valoración y compensación por parte del sistema y la sobrecarga de trabajo. El maltrato institucional empieza ya en la residencia. A nuestros MIRES se les paga un poco más del salario mínimo, el sueldo base es de 1.280 euros aproximadamente, nos han reducido la paga extra desde el 2010 (un 43%), la carrera profesional está bloqueada, las extenuantes y obligatorias guardias médicas son deficientemente retribuidas, el complemento de indemnización de residencia, clave para captar y fidelizar médicos no se actualiza desde el 2007, etc…
Demasiados agravios. Es hora de empezar a compensar adecuadamente, a los 3.500 médicos que trabajan en el Ib Salut. Agradecemos mucho las palabras del Dr. Juli Fuster, director general del Ib Salut, pero no con eso no basta. «La mayor lección del covid es la inmejorable respuesta de los sanitarios «, ha declarado recientemente, en Redacción Médica.
Para ser coherente con sus palabras y suele serlo, el dr. Fuster tiene que poner en marcha, ya un plan de mejora retributiva, en un serie de conceptos: guardias físicas y localizadas, tarjetas sanitarias, acumulación de tarjetas, retribuciones por desplazados, equiparar más de la AP con peonadas hospitalarias, mejoras en mires, 061, Suap, mejora en sueldo de coordinadores, tutores y jefes de servicio, en transporte pediátrico, actualización indemnización de residencia, disminuir ratios de temporalidad, convocar la carrera ordinaria etc. Muchos temas pendientes que deben de ser abordados ya. Ya saben en derrota transitoria, pero nunca en doma.
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