Sara Deop, en un momento de la actuación en el Benidorm Fest. TVE

Si tengo que decirle la verdad, mi tentación esta mañana, ante el vértigo del folio vacío, estaba en escribir algo sobre ese festival en el que se ha seleccionado, muy polémicamente por cierto, a nuestra representante en el festival de Eurovisión, que es un concurso decadente en que, eso sí, participan las televisiones europeas y le conceden un auge que quizá, por su generalmente ramplona calidad, no merecería.

En fin, críticos especializados y hagiógrafos varios tiene la cosa como para inmiscuirme yo, lego por voluntad y elección, en si la canción de la señora esa es buena, mala o regular. A mí no me gusta, y ya sé que seguramente soy un antiguo al que conmueven otros cánones musicales.

Pero, sigo diciéndole la verdad, la polémica sobre quién habría de representarnos en el magno festival me produce cierta vergüenza ajena: creo que ni los medios, ni las televisiones -y menos las estatales_, estamos para centraros en si una cantante incluye la palabra ‘teta' en su repertorio o si tal grupo es más o menos nacionalista.

No quiero ponerme severo ni excesivamente solemne, pero, por si nadie se ha dado cuenta, aquí ocurren cosas muy importantes y no debería, aunque lo estoy haciendo, ceder a la tentación de centrarme, siquiera sea para criticarlo, en el ‘pan y circo' con que nos atiborran, entre unos y otros, cada día. Politizar la canción de Eurovisión, como cuando en los tiempos de Franco se vetó a Serrat por cantar en catalán, es algo que muy de veras supone un retroceso a una época de sonrojo.

Este domingo, además de la gran mañana deportiva que nos brindó Nadal a los ‘deportistas de butaca', ocurrieron cosas mucho más interesantes que el Benidorm Fest, entre ellas unas elecciones en el país vecino que, si supiésemos ambas partes aprovechar las cosas, habría de llevarnos a una especie de ‘mercado común ibérico', una suerte de Benelux del que ambos países se beneficiarían notablemente.

Estaba también una campaña electoral en la que la derecha sigue empeñada, ahora de la mano de Aznar, en pegarse un tiro en el pie. Y ya, si quiere usted tirar por elevación, ahí tenemos esa crisis en Ucrania de la que las imágenes de gente con un AK-47 en las manos, en medio de tierras nevadas, nos hacen recordar a otras que conocimos de la segunda guerra mundial.

Así que fíjese usted si no tenemos temas en los que meditar, y conste que por principio soy favorable, y entusiasta además, al y del periodismo de entretenimiento, que no es lo mismo que periodismo espectáculo.

Lo que ocurre es que yo creo que no estudié y practiqué mi carrera para acabar debatiendo, como ayer me pidieron que hiciese desde una radio periférica importante, si la palabra ‘teta' debe o no incluirse en una canción, o en si ha de sancionarse o no el que un grupo rehúse tener la bandera española como telón de fondo en su euro-participación televisiva. También en eso hemos aprovechado para dividir a las dos, o quizá ya sean tres o cuatro, Españas. No nos perdemos una.