Pese a la mascarilla uniformadora y psicosis vírica que amenaza anular el libre albedrío, la Navidad es tiempo de milagros e ilusiones que regalamos al niño que siempre nos acompaña. La magia amorosa es superior al vulgarísimo odio de los mequetrefes. La estrella sigue brillando en los cielos y burla a los esclavos de algoritmos y jeta clónica que pretenden poner rejas al mundo o fronteras en el alma. La ilusión, como el Grial, es manantial inagotable de energía que produce delicia eterna en quien se atreve a beber.
Magia amorosa
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... y en las llanuras de las tierras élficas, sellaban su alianza los bravos enanos con el mayor de los Magos, Gandalf el magnífico, cuya aura sólo era comparable con el honor de los pobladores de Modor antes de que las siempre amenazantes huestes de orcos de Sauron, señor del anillo de la Hermandad de aquel pequeño hombre predestinado que iba a salir de la Comarca rumbo a liberar la Tierra Media y sembrar la paz en los hombres en esta convulsa era...