Imágen de archivo de un botellón. | CNP

A raíz de lo acontecido en Palma de Mallorca sobre el tema del aislamiento de jóvenes estudiantes, tras el macrobrote de contagios de COVID-19 relacionados con el ocio festivo, han aparecido opiniones criticas sobre la postura de algunos padres que pretendían rescatar a sus hijos, por todos y con todos los medios, de la “cuarentena vacacional”.

En Pedagogía Familiar el comportamiento protector se denomina “orientación hacia el servicio”. Los padres por naturaleza desarrollan una actitud de amparo desde el nacimiento de los hijos. A diferencia de otros mamíferos, el ser humano es totalmente dependiente de sus progenitores durante una largo período de tiempo y esto puede generar comportamientos superprotectores.

La orientación hacia el servicio se describe a través de la “Actitud de ayuda”, que se entiende como el comportamiento facilitador del progenitor en el desarrollo vital de su hijo.

En algunas ocasiones la actitud de ayuda por error se puede convertir en “complacer” todas las necesidades de los menores o en suplir sus obligaciones. Provocando en los hijos comportamientos autoritarios, dictadores y tiranos hacia los padres o generando frustraciones, incapacidad e irresponsabilidad sobre las consecuencias de sus propios actos. ¿Pensáis que un joven que viaja solo hasta mallorca para celebrar su viaje de fin de curso, no tiene capacidad para gestionar una cuarentena en un establecimiento hotelero?

La diferencia entre proteger y sobreproteger está delimitada por la autonomía del menor.

Es decir, la actitud de ayuda parental ha de estar encaminada a dotar de capacidad, responsabilidad y autosuficiencia a los hijos. Cualquier concesión que un progenitor realice por motivos de superprotección podrá convertirse en dependencia e incapacidad del menor.

No existe una tabla rígida que determine las capacidades de autonomía de nuestros hijos por edad, dado que el desarrollo evolutivo puede fluctuar de manera diferente en cada uno de ellos. Esto nos plantea funcionar con el modelo de “responsabilidad adaptada”. Se trataría de adecuar progresivamente las funciones de cada miembro de la familia en base a sus capacidades y necesidades. Generando funciones compartidas y de responsabilidad, que además de ayudar en la autonomía de los hijos facilitan la descarga de las tareas serviciales de los progenitores.

Es normal que un adolescente después de un curso escolar complicado quiera despejarse y divertirse, además durante el estado de alarma han tenido mayoritariamente comportamientos ejemplares. Del mismo modo, es lógico que se sientan enfadados por tener que permanecer en aislamiento sanitario durante sus vacaciones. Pero no existe mejor aprendizaje que aquel que nace de las vivencias de los propios comportamientos.

Que estos jóvenes aprendan a gestionar la frustración generada por las consecuencias de sus actos será esencial para su desarrollo evolutivo y conciencia social. Por eso a los “padres serviciales” les diría que no priven a sus hijos de experiencias y aprendizajes que les ayudarán a madurar, a reflexionar, a ser más responsables y autónomos.
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