El todavía primer teniente de alcalde de Sant Antoni, Joan Torres, parece que se ha comprometido a seguir ofreciendo espectáculos esperpénticos. Su máxima es hacer ver que manda mucho, aunque ello tenga como consecuencia traicionar a cualquier socio de gobierno con el que pacte y tener completamente abandonadas las muchas concejalías que exigió llevar.
Pero hay que reconocerle un talento: nunca nadie habló tanto y dijo tan poco y nunca nadie demostró su inutilidad con tanta solvencia. Joan Torres ha vuelto a alinearse con la oposición que lo humilló en la pasada legislatura y ha votado en contra de la reorganización del departamento de urbanismo de Sant Antoni que proponía su alcalde y con quien había acordado permitirle restructurar el departamento. Su partido (El PI) había llevado dicha cartera en el pasado mandato con catastrófico resultado y ahora parece decidido a que no mejore.
La desmesurada ambición de este personaje de poca palabra hace que se entrometa en todos los asuntos del consistorio, menos en los suyos. Se le ofreció ostentar la cartera de urbanismo para que allí aplicara sus recetas mágicas, pero Torres lo rechazó porque se encuentra más cómodo en la atalaya de la observancia y la incompetencia.
Las ínfulas de alcalde que pasea se van a quedar en una mera anécdota de mal gusto en la historia política del municipio. Torres tan sólo halla valor y coraje para traicionar a su equipo de gobierno, pero no lo encuentra ni para asumir responsabilidades ni para presentar una moción de censura.
Es vox populi que estamos ante un verso libre irascible e inestable que uno nunca sabe por dónde puede saltar. Pero al paso que va, la única certeza es que su siguiente salto será volver a su Sant Mateu natal sin representación.
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