Que el Govern Balear no haga caso de su propio semáforo de la desescalada indigna pero no sorprende. Te obligan a tragar ruedas de molino por eso de una incierta seguridad y luego, cuando los objetivos se cumplen, van y traicionan su prometida recompensa, el caramelo a los perros de Pavlov. ¡Eso sería causa de motín en cualquier galeón o patio de colegio! Pero el miedo aborrega… hasta que salta la chispa.
Opinión / Jorge Montojo
El semáforo
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