Dice un viejo refrán: «Una flor no fa estiu, ni dues primavera» y aunque la paremiología popular suele acertar casi siempre, esperemos que en esta ocasión se equivoque en su juicio. Hemos visto cómo este fin de semana los establecimientos abiertos en Ibiza y Formentera se han llenado hasta la bandera de unos clientes ávidos de recuperar una cierta normalidad. Entre turistas interinsulares, algunos a los que mejor no preguntar su procedencia y muchos residentes, los locales han recuperado la alegría perdida en el último año. Ojalá este sea un primer paso a una temporada que, si bien en ningún caso se va a parecer a la del 2019, esperemos que tampoco se parezca a la de 2020.
Hemos aprendido lo que hay que hacer frente al virus y cómo protegernos de él. La mayoría de los locales, conscientes de lo que está en juego, respetaba escrupulosamente las restricciones. Muchos de los usuarios también respetaban las medidas y algunos deberán repasar el manual para hacer lo mismo que el resto de los mortales, que ente asunto el que va en contradirección no solo se arriesga a sí mismo, también pone en riesgo al resto. Y en cualquier caso, ante la rebeldía frente a las normas, la opción de quedarse en casa exime de su cumplimiento. Lo que ha sucedido demuestra que hay ganas de disfrutar del sol, del mar y de la rica gastronomía de nuestras islas. Los profesionales van a poner toda la carne en el asador. Han sido muchas las reservas de última hora, especialmente en alojamientos turísticos que pueden acoger a un núcleo de convivencia con seguridad. Los propietarios de casas de turistas han reaccionado con rapidez frente a una demanda atípica e inesperada pero muy bienvenida. A la espera de ver cómo va la semana que empieza hoy, quiero pensar que pinta mejor la temporada que hace unos meses. Veremos.
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