Salvo la del inicio de la vacunación y con ello la recuperación de nuestra normalidad en un futuro a medio plazo, el resto de noticias que se van conociendo en torno a la pandemia, resultan bastante preocupantes. En nuestro país al igual que en la mayoría del resto, las cifras que se van conociendo en cuanto a nuevos afectados y fallecidos, van en un constante y preocupante aumento diario.
Resulta curioso que cuando ya se están superando las cifras de la primera y segunda olas de contagios por covid-19, algunos todavía sigan hablando de que estamos a las puertas de una tercera ola. Parece mentira que esas mismas cifras no les hagan reflexionar y que no se den cuenta que estamos inmersos de lleno en esa tercera ola.
Uno tiene la sensación de que la tibieza a la hora de reconocer aquello que los números nos demuestran, viene al hilo de aquella famosa frase que algunos han venido utilizando y repitiendo como un mantra, “hay que salvar la Navidad”. Ese mismo grave error se cometió con lo de pretender salvar a toda costa la pasada campaña de verano y de todos es conocido que las consecuencias fueron nefastas.
Hay quien sigue empeñándose en priorizar los resultados económicos a la salud de todos, sin querer ver que volver a ser demasiado permisivos y recortar en exceso las restricciones tiene consecuencias muy negativas en la lucha por controlar la pandemia y acabar venciéndola. Si no somos capaces de meternos en la cabeza que sin control sanitario no puede haber recuperación económica y seguimos empeñados en poner el carro delante del burro, no vamos a avanzar en lo que a la recuperación de nuestro modo de vida se refiere.
Ante la avalancha de nuevos casos en esta tercera ola en la que nos encontramos inmersos, hay quien ya está sugiriendo que hay que tomar medidas más restrictivas a todos los niveles para que la situación no acabe desbordándose del todo. La mayoría de las administraciones se están mostrando reacias de momento a tomar decisiones que supongan reducir la movilidad de los ciudadanos en general. Varias son las propuestas que se vienen planteando en este sentido; desde los cierres perimetrales de municipios, pasando por los de comunidades autónomas y acabando en los temidos confinamientos domiciliarios.
A día de hoy son pocos los gobiernos autonómicos que han decidido apostar por el control de la movilidad en sus territorios, salvo la aplicación de los ya familiares toques de queda; pero ni tan siquiera en esto ultimo hay unanimidad ya que los horarios en los que se vienen aplicando son distintos en cada territorio. En cambió en lo que si se viene coincidiendo mayoritariamente es en poner por delante la tan cacareada “responsabilidad individual”, tras la que se vienen parapetando muchas de las administraciones públicas, evitando con ello verse en la tesitura de tener que aprobar medidas más severas.
De esta forma se lanza la pelota sobre el tejado de todos y cada uno de los ciudadanos y si las cosas vienen mal dadas, siempre se nos podrá responsabilizar a todos y cada uno de nosotros. A nuestros dirigentes se les ha elegido para que gestionen y tomen decisiones, no para que se escondan detrás de la responsabilidad individual y se laven las manos como Poncio Pilatos. Es cierto que una mayoría de españoles cumple con las medidas que se imponen para el control de la pandemia; pero no lo es menos que existe una minoría que las viene vulnerando sistemáticamente y son estos reducidos grupos de gente, los que acaban condicionando el devenir de la mayoría.
Si se es demasiado permisivo con estas minorías y no se actúa con la debida contundencia contra ellos, son el resto de ciudadanos los que sufren las consecuencias, ya que el riego exponencial de nuevos contagios sube alarmantemente y ello a pesar de que la mayoría sí respeta las medidas impuestas. Las administraciones no pueden ser meros espectadores de las irresponsabilidades de unos pocos, amparándose en la responsabilidad de cada uno. Tienen la obligación de tomar decisiones y hacer cumplir las leyes y normas, a las que todos sin excepción estamos sometidos.
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