Según las declaraciones de los pesos pesados del Govern, en interesado maridaje con los influyentes responsables de Ports IB, puede deducirse que el puerto de San Antonio no pertenece a los portmanyís sino que es propiedad de los políticos de Mallorca. Tal desvergüenza burrocrática no deja de ser chocante y asombra por igual a cándidos y sofistas. El interés estratégico es por supuesto relativo al bolsillo.
Desde que el golfo y genial pintor y pirata arqueológico, Santiago Rusiñol, se llevó a su casa de Sitges numerosos tesoros pitiusos, no habíamos sido testigos de un expolio semejante. Pero al menos Rusiñol, con su gran personalidad de esteta decadente, dejo poemas y memoria dipsómana en Ibiza.
Muchos cafres medioambientales también defendían las prospecciones petrolíferas a pocas millas de Ibiza por su interés estratégico. Afortunadamente hubo una gran unión social y política que paralizó tal sinsentido. Eso sí, al principio hubo muchos irresponsables de partidos políticos –las mayores mafias del Reino—, que se retrataron por su cobarde bajeza a la hora de no defender los intereses isleños ante el poder central con la ambigua excusa del poder energético.
Ibiza y Formentera triunfan turísticamente y su baza ganadora es la mar. La bahía de San Antonio es una maravilla que alienta la resurrección del pueblo. Los ferrys actuales son desproporcionados para su equilibrio y suponen muchos más incovenientes que beneficios. Y además hay jugosas alternativas para contentar a casi todo el mundo. Así lo entiende la mayoría del pueblo y así se han posicionado los plenos de San Antonio y San José, que algo tendrán que decir frente al poder mallorquín.
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