Opinión / Lucas Ramon Torres, sacerdote.
La Familia de Nazaret
La Sagrada Familia sube a Jerusalén con el fin de dar cumplimiento a dos prescripciones de la Ley de Moisés: purificación de la madre y presentación y rescate del primogénito. Según el Levítico, la mujer al dar a luz quedaba impura. Para la madre del hijo varón, a los cuarenta días del nacimiento terminaba el tiempo de impureza legal en el rito de la purificación. María, siempre Virgen, llena de celestial belleza – Vida, dulzura y esperanza nuestra-, de hecho no estaba comprendida en estos preceptos de le Ley porque ni había concebido por obra de varón, ni Cristo al nacer rompió la integridad virginal de su madre. Sin embargo, Santa María quiso someterse a la Ley, aunque no estaba obligada. Ejemplo maravilloso de la Virgen para todos nosotros que nos cuesta a veces aceptar la voluntad de Dios porque nos falta fe y nos falta amor.
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