VERDAD

Vamos al lío. Sin anestesia: lo que ha dicho Cayetana Álvarez de Toledo en el diario vizcaíno El Correo es la cruda verdad. De esas verdades que suelen ser insoportables. La respuesta a la pregunta del periodista Koldo Domínguez sobre si el desafío actual a la Constitución, que la portavoz del PP en el Congreso denuncia, «es mayor al que representó ETA» (es el entrevistador quien introduce la comparación) sirve de coartada, una vez más, para atizar a la diputada. Cuya persona aglutina todas condiciones para resultar odiosa: ideas liberales, estilo, inteligencia por encima de la media y, lo más indignante para la secta de ofendiditos permanentes, un discurso y mensaje situados en las antípodas del buenismo y la eufemística imperantes. Para más inri, argentina de origen y aristócrata de cuna. Aun así, con la verdad descarnada, Cayetana nos pone delante el espejo de nuestra derrota: «Cuando ETA mataba era un momento terrible desde el punto de vista humano. Era un desafío brutal. Pero el momento político actual es más difícil. Insisto, el momento político, pero lo es precisamente por eso. Porque antes estábamos juntos PP y PSOE en el mismo bloque. Pero se han salido y eso nos debilita».

MENSAJE

En vez de alegrarse por ello, quienes jamás votarán al PP acusan Álvarez de Toledo de articular un discurso que dicen difiere del reposicionamiento moderantista que se le atribuye a Pablo Casado para recuperar un centro político que, de haber existido alguna vez, los populares han perdido. Pero el discurso mainstream de lo políticamente correcto ha llevado, también al hasta hace nada partido hegemónico de la derecha, a confundir centrismo con indefinición y moderación con tibieza. «Puesto que eres tibio, y no frío ni caliente, voy a vomitarte de mi boca», reza el Apocalipsis en inquietante semejanza al que han venido sufriendo los populares en las urnas de un tiempo a esta parte. Por no hablar de la hecatombe de Ciudadanos. El discurso es el mensaje y cuando mejor le ha ido al PP es cuando este ha sido diáfano. El problema de Casado es que la retórica de sus votantes ha ido por delante de la del partido a la hora de llamar a las cosas por su nombre. Ahí Vox les ha comido la tostada, en la medida en que el principal objetivo de estos no es tanto subvertir el status quo del sistema político, como cuestionar los dogmas argumentales que lo adornan. Más que nada, porque son obra de los orfebres de la izquierda y ellos vuelven a detentar el copyright.