En mi artículo del pasado domingo os decía que las fiestas de santos son una buena cosa para nosotros, pues conociendo su buena historia, ello trae enseñanzas bienhechoras para nosotros. Pues por eso, ahora que el próximo miércoles día 28 tenemos la fiesta de San Agustín, que en Ibiza se celebra mucho y bien especialmente en la parroquia dedicada a este Santo.
El primer obispo de Ibiza Manuel Abad y Lasierra que en 1785 decretó varias parroquias, una de ellas la dedicó a San Agustín. No fue fácil construirla al principio y con las acciones del siguiente Obispo Eustaquio de Azara, se fijó el lugar de su construcción y se acabó finalmente la buena construcción en 1819. Así pues, este año celebramos los 200 años de la construcción de esta Parroquia, dedicada a San Agustín.
De San Agustín tenemos muchos datos que nos son de ayuda para nuestra vida de cristiano. Así Agustín de Hipona nació el 13 de noviembre en el año 354 en la ciuad de Tagaste, ubicada al norte de África. Fue hijo de Patricio y de Santa Mónica, quien rezó durante varios años por la conversión de su esposo y de su hijo.
Durante su juventud, se entregó a una vida libertina y cometió varios pecados de impureza. Convivió con una mujer durante 14 años y ambos tuvieron un hijo llamado Adeodato, que murió siendo joven. También perteneció durante nueve años a la secta de los Maniqueos hasta que conoció a San Ambrosio, cuyo testimonio le impresiona y le motiva a acercarse a Dios.
Un día, cuando Agustín estaba en un jardín, sumido en una profunda crisis existencial, escuchó la voz de un niño que le decía: «Toma y lee; toma y lee». El Santo abrió una biblia que tenía al lado y abrió una página al azar. Se encontró con el capítulo 13,13-14 de la carta de San Pablo a los romanos que decía: «Nada de comilonas y borracheras; nada de lujurias y desenfrenos...revestíos más bien del Señor Jesucristo y no os preocupéis de la carne para satisfacer sus concupiscencias». Esta lectura marcó su conversión y desde ese momento resolvió permanecer casto y entregar su vida a Cristo.
En el año 387 es bautizado junto a su hijo. Su madre fallece ese mismo año. Regresó a África y quiso llevar un estilo de vida monástica. Sin embargo, Dios tenía otros planes para él.
Un día asistió a la Eucaristía en Hipona. El Obispo, Valerio, lo vio y se enteró de su conversión y santidad. Entonces le dijo que necesitaba con urgencia a un sacerdote que lo asistiera en su labor. A pesar de su resistencia y lágrimas, Agustín entendió el llamado del Señor. San Agustín es uno de los ejemplos fundamentales de la búsqueda constante de Dios, de la verdad, del conocimiento. Esta búsqueda no la hizo en soledad sino en estrecha relación con los otros, en especial su madre Santa Mónica y sus amigos.
Es ordenado sacerdote y cinco años después fue ordenado Obispo, dirigió la diócesis de Hipona por 34 años. San Agustín utilizó sus dotes intelectuales y espirituales para atender a las necesidades de su rebaño. Combatió las herejías del tiempo, debatió contra las corrientes contrarias a la fe, acudió a varios consejos de obispos en África y viajó constantemente para predicar el Evangelio. Su intenso trabajo pastoral le forjó un gran prestigio dentro de la Iglesia.
El 28 de agosto del 430 enfermó y falleció. Su cuerpo fue enterrado Hipona, pero luego trasladado a Pavía, Italia, donde se encuentra.
Con su conversión eficaz al cristianismo ha poseído un corazón tan afectuoso y fraternal. Dejó como herencia un magisterio de humanidad, una búsqueda sin aliento por llegar a la verdad y la belleza de Dios, una profunda experiencia de Dios, un pensamiento filosófico y teológico que ha nutrido la vida y la reflexión cristiana de todos los tiempos, un modo de entender la vida humana abierta a la amistad y el recogimiento, al silencio y a la comunicación, al conocimiento y al asombro.
Dejó, además, bibliotecas bien surtidas de libros y monasterios llenos de religiosas y religiosos. El mensaje de Agustín es un mensaje de esperanza para las mujeres y los hombres de todos los tiempos. Su camino puede ser nuestro camino porque su corazón presenta la vieja novedad del corazón humano que ha sido hecho para recibir al Amor que ha hecho el amor.
Que su fiesta nos ayude, pues, a acoger sus enseñanzas y a imitarle en tantas de sus cosas buenas.
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