Conozco a una bailarina recatada, a un cantante sin voz y a un cura sin vocación. Conozco a un médico sin pasión por la vida, a una trabajadora social racista y a un político ladrón. Conozco a un periodista con faltas de ortografía, a un fotógrafo sin ojo, a un cocinero sin sentido del gusto y a una panadera celíaca. Me he topado en mi vida con pilotos con miedo a las alturas, bibliotecarios que aborrecen la lectura, actores que no saben mentir y psicólogos bipolares. He visto a intelectuales diciendo estupideces, a barrenderos tirando las colillas de sus cigarros al suelo y a perfumistas que huelen mal, y me he cruzado con pintores daltónicos, policías corruptos y jueces injustos. En esta sociedad en la que el sentido común no es el más común de los sentidos y donde ser normal se ha convertido en algo extraordinario, asistimos impávidos a los bandazos de quienes se despojan de sus valores y se jactan de su ignorancia, convertidos en nuevos modelos a seguir. Mentir a todos y creer esas mentiras a fuerza de repetirlas es el mantra de quienes temen ser auténticos y empezar de nuevo. A nadie le gustan las páginas en blanco.
Opinión/Montse Monsalve
Castillos de arena
Eivissa20/01/19 4:01
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