Desde el pasado domingo día 1 de este mes de abril nos encontramos en el llamado Tiempo Pascual. Se trata de un tiempo religioso que dura cincuenta días, que van desde el Domingo de la Resurrección del Señor hasta el Domingo de Pentecostés, que este año será el 20 de mayo.
Este tiempo, pues, de Pascua los cristianos hemos de celebrarlo con alegría y exultación y una expresión de ello es el canto que se hace del Aleluya en las Misas. Las celebraciones litúrgicas en las que participamos, las buenas oraciones que hacemos, nuestra forma de vivir y actuar no nos tienen que hacer olvidar la Resurrección de Jesús, que desde el cielo, al lado del Padre, sigue haciendo por nosotros el bien que hizo en sus años de servicio en la tierra: buen pastor que desde el cielo apacienta su rebaño que somos nosotros, ánimo que nos conduce al Padre celestial, maestro, amigo y salvador.
Así, pues, dándonos cuenta que estamos en el tiempo Pascual se trata de que vivamos bien todo lo que celebramos el Domingo de la Resurrección del Señor, que es la fiesta más importante para los católicos: Cristo resucito, triunfo sobre la muerte y nos abrió así las puertas del cielo para los que formamos parte de su cuerpo. Y en la Resurrección de Jesús celebramos también nuestra liberación, nuestra futura resurrección, la victoria sobre el pecado y la muerte.
La fiesta de Pascua es algo tan grande e importante que sólo un día no nos alcanza para acogerla profundamente y bien y por eso seguimos celebrándola en estos cincuenta días, aprovechando así todas las gracias para crecer en nuestra fe y nuestro amor y confianza en Dios y ser así mejores cristianos.
Los cincuenta días que van desde el domingo de Resurrección hasta el de Pentecostés han de ser celebrados con alegría y exultación como si se tratase de un solo y único día festivo, más aún, como un «gran domingo»; alegría que se resalta con el canto repetido del Aleluya (en hebreo: Alabad a Yahvé). Este espacio litúrgico de siete semanas más un día festivo final está legislado ya en el Antiguo Testamento (Lev 23,15-16).
Celebrándolo nosotros ahora es estar en una fiesta prolongada que nos va haciendo madurar desde el misterio de la muerte y resurrección hasta el triunfo pleno de la Ascensión y el envío del Espíritu en Pentecostés: desde la Pascua florida a la granada. El Espíritu es el mejor fruto y regalo del resucitado a los suyos.
Vivir así estos días es un buen programa de espiritualidad pascual, que podemos recordar con provecho en estos días lo que hemos tenido en la Semana Santa, y sobre todo al celebrar el Triduo Pascual, con la Muerte y Resurrección de Cristo. Todo esto nos conducirá a que luego, en la vida de cada día, se note que hemos sintonizado de tal modo con la Pascua de Cristo que hemos muerto con Él a la vida de pecado, que hemos resucitado con él a la nueva existencia pascual, que nos hemos dejado llenar de su energía y de su alegría de Resucitado.
Sea, pues, este Tiempo Pascual en el que nos encontramos un buen tiempo de nuestra vida aquí en la tierra, de modo que se note en nosotros que tengamos la alegría de la presencia de Jesús, anunciemos al mundo que Cristo vive, siendo testigos de su resurrección, vivamos en amor a Dios y a los demás, sin excepción de ninguno, procuremos ser santos y vivamos con coherencia ejemplar.
Buen Tiempo Pascual, pues, a vosotros, hermanos y amigos de Ibiza y Formentera, y sigamos en el camino que nos señala Dios, con confianza firme en El, para confiarle la vida y tener el valor de caminar sobre hacia Él.
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