Hoy en las Islas Baleares, la situación es parecida pero diferente: se trata de unas personas que alcanzaron, ya, el cielo político (o eso creen) y que se han puesto como meta, con su arrogancia y prepotencia social y profesional, crear, con el idioma, una confusión que les mantenga en su nirvana político.
Para aclararnos, en Ibiza todos sabemos que hay una atención médica excepcional, que nos sobran los médicos, las enfermeras y enfermeros, los técnicos de laboratorio y rayos X y los especialistas (de hecho, los exportamos) entonces es absolutamente normal que nos saquemos de la manga ‘torres de Babel' para dificultar el acceso a la profesión de dicho personal y se vuelvan a sus provincias de origen. ¿O no es así? Pues no, no es así, pero, de todas formas, a los que nos gobiernan desde Palma les importa un comino (un comí, en catalán para que no me critiquen) y deciden hacer pasar antes la filología que la salud.
PSIB y Més decidieron mantener el catalán como requisito para el acceso a un puesto en el Ibsalut. El conocimiento del catalán no supondrá una limitación para presentarse a las pruebas para una plaza, pero exige el título del idioma a los dos años de haber aprobado las oposiciones. Mientras, no tendrán la plaza fija en propiedad ni acceso a la carrera profesional.
Tal como ya preguntó el portavoz y diputado de Ciudadanos Xavier Pericay, Govern es «incapaz» de resolver el «problema» del catalán en la sanidad pública. ¿Se ha preguntado alguna vez, la presidenta del Govern, cuántos médicos están dejando de venir por culpa de su indefinición y flaqueza? ¿Se ha preguntado cuántos están pensando ya en marcharse de Baleares? ¿Se ha preguntado por la ansiedad que provoca en muchos de ellos, la actual situación?
La respuesta es no. Al Govern la calidad de nuestra sanidad le importa un comí y nuestra presidenta, Francina Armengol, está perdiendo, a marchas forzadas, la poca autoridad que le queda porque quien ya manda en el Govern no es Armengol sino los nacionalistas. Mientras, numerosas personas se han manifestado en Ibiza, delante del Hospital Can Misses, para protestar contra el texto.
La triste realidad es que este Govern, que tanto se precia de estar cerca de los ciudadanos, es incapaz de resolver un problema que afecta a todos los profesionales de la sanidad pública y, por tanto, a los miles y miles de ciudadanos que hacen uso diariamente de sus servicios. Ya Xavier Pericay reprochó «el alma nacionalista» a la presidenta, a quien ha acusado de no atreverse «a cortar por lo sano y acabar con ese esperpento, renunciando de una vez por todas a ese decreto que tanto daño está haciendo a la sanidad pública, a los profesionales que en ella trabajan y a los ciudadanos que disfrutan de sus servicios».
Es triste, pero es la realidad. Pasa cuando un político se preocupa más de su poltrona y de su ideología que de lo que es más conveniente para la ciudadanía, pero, en democracia, toda arrogancia y prepotencia de los políticos se paga tarde o temprano y Francina y sus cómplices lo pagarán más pronto que tarde y, ese día, antes de los dos años de plazo dados para obtener la certificación de catalán, volverán el sentido común y el interés público al Parlament y a nuestra legislación.
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