He estado estos días disfrutando de dos libros que son paralelos porque tienen alambicados dos temas comunes, uno es el paisaje de Ibiza y el otro la búsqueda del sentido de la vida a través de la introspección en el yo. En realidad esos dos temas son, en este caso, uno porque tanto Walter Benjamin, cuando en 1932 estuvo en nuestra Isla hablando en catalán, bañándose en la bahía de San Antonio y estudiando las casas ebusitanas, como el poeta y ensayista Jean Serra, encontraron (y en el caso de Jean lo sigue encontrando) una Ibiza en estado puro, bien es verdad que de aquel paraíso va quedando cada vez menos y nos lo estamos comiendo con patatas. Benjamin, que ha sido diseccionado con manos maestras por Vicente Valero en el libro ‘Experiencia y pobreza, Walter Benjamin en Ibiza' (edit. Periférica) vivió en San Antonio sin luz eléctrica, ni mantequilla, pero recibió el impacto de la Isla en toda su hondura, su paisaje intacto, la sólida fidelidad de los ibicencos a sus orígenes. Ese destello también lo ha recibido muchas veces Jean Serra como se aprecia leyendo sus poemas, dietarios y su último libro publicado por Círculo Rojo titulado ‘Intervencions compartidas', en las que el poeta argelino-ibicenco tiene momentos muy especiales cuando contempla el «paisatge humil, però bell, de l'illa d' Eivissa», sus caminos, valles interiores y «carreranys». Ni Benjamin ni Serra son turistas, son escritores que fusionan su alma interna, que diría un escultor, con un paisaje y una arquitectura antigua perfectamente ensambladas. En algunos retazos de estos dos libros, Ibiza se nos presenta en su verdadera esencia y misticismo, pero también como una pérdida y como una advertencia: conservemos la Isla o por lo menos los destellos que le quedan.