Que dice el señor Don Enrique Sardá Valls, hasta recientemente cónsul de España en Washington, o sea usted, ex excelentísimo señor, que en este país (España, no Estados Unidos) no hay ni libertad de expresión ni sentido del humor. Total, porque el ministro de Exteriores le ha cesado a usted después de sus bromas sin gracia sobre la presidenta andaluza, olvidando, señor ex cónsul, que usted es un funcionario público y que no se puede tolerar que alguien con un cargo de representatividad tenga un comportamiento tan zafio en las redes sociales. Que ya se sabe que retratan mucho más fielmente de lo que parece a los que las usan sin freno ni marcha atrás. Me alegro, en suma, de la marcha del señor ex cónsul, o sea, usted, que bien ganada tiene una prejubilación, más aún con sus declaraciones posteriores al dislate de tuitero adolescente. Si no le hubiesen cesado por lo de la mofa contra doña Susana Díaz, habría que haberlo hecho por esas manifestaciones tan raras a una televisión, como si usted se sintiese un héroe de las libertades y del espíritu deportivo, que piensa usted que nos faltan a los pobres españoles. Pero no voy a eso, a la prejubilación del señor diplomático que se cree por encima de todo, sino a lo de la libertad de expresión y el sentido del humor. Que, según usted, señor Sardá, no existen en España. Hombre, estoy a punto de darle parcialmente la razón, si no fuese porque generalizar es una costumbre estúpida que, lamentablemente, todos practicamos demasiado. Si cesar a un representante público al que todos pagamos por hacer bromitas molestas en Facebook o Twitter, significa atentar contra la libertad de expresión, o contra el sentido del humor, pues que acaben la una y el otro, porque ya digo que me parece que bien ha hecho el ministros Dastis cargándose al cargante. Pero, claro, señor Valls, libertad de expresión y sentido del humor no son eso. Seamos, por un rato, serios. Contra la libertad de expresión se atenta cuando se exige a los medios de una Comunidad (Cataluña, por ejemplo) publicar o no publicar determinadas cosas, so pena de sanciones económicas en las ayudas ‘oficiales'. O poner en los estatutos de tu partido que se sancionarán las ‘filtraciones indebidas' de los militantes a la prensa. O cuando pides una entrevista a un dirigente y no te la dan porque has sido crítico con el político, o futbolista, o empresario de que se trate. Y, por cierto, señor Valls, abusar de las facultades que te dan las redes sociales para hacer-lo-que-te-da-la-gana, incluyendo el insulto, la difamación o la injuria, también va, a mi entender, contra la libertad de expresión. O sea, que de acuerdo con usted: tenemos una imperfecta libertad de expresión, pero esa imperfección no incluye que le hayan cesado a usted. En cuanto al sentido del humor... A veces, cuando una presidenta autonómica se enfada con un necio que la llama, vía las dichosas redes, «guapi», estoy a punto de volver a coincidir con usted, señor Sardá. Lo que más distancia a los seres humanos es su diferente ‘approach' -usted que tanto sabe de idiomas, seguro que me entiende_ a eso que viene llamándose ‘sentido del humor'. Nunca se case usted con alguien que usted considere que no tiene sentido del humor, o con quien no comparte unos parámetros semejantes en este sentido. España, que sigue siendo una nación con demasiadas envidias y hectolitros de mala leche, por lo demás, me parece un país festivalero, un punto hortera incluso en este sentido, gritón y algo pachanguero, sobre todo en verano; pero es verdad que humor, lo que se dice humor en el mejor sentido británico, solamente lo practicamos de verdad en el surrealismo de algunas, muchas, demasiadas, situaciones. Porque no me digan que no es sentido del humor aguantar algunas ocurrencias municipales, algunas salidas épicas de la Generalitat catalana y muchas bobadas de munícipes, líderes autonómicos y hasta representantes del poder central. Ja, me río yo con eso de que no tenemos sentido del humor, qué risa, jua, jua. Y sepa usted que le digo todas estas cosas, que a algunos gustarán tan poco, en el ejercicio pleno y consciente de mi libertad de expresión, en lo que me dejan. Saludos, ex. Y tómeselo con humor, hombre.