No permitas que los bolas tristes dicten tu vida. Dalí los apodaba los putrefactos, dictadores de la vulgaridad, habitualmente abstemios y aficionados al jogging que asaltan la cosa pública con ánimos belicistas. Quieren imponer la tristeza zombi-robótica como una bruma asfixiante. Pero resulta muy aburrido estar al lado de permanentes quejicas, charlatanes que continuamente dan explicaciones o patanes que solo saben entablar una conversación haciendo preguntas directas.
Afortunadamente hay unos cuantos antídotos aptos para cualquier personalidad. Porque de eso se trata, de tener personalidad propia y elevarse sobre la dictadura del más bajo denominador común. Jugar la carta del loco, nadar desnudo, leer poesía y cantar, fumar un puro con la torrencial Lía la Cubana y adoptar la valiente y clásica fórmula de seguir tu gozo.
En la siempre hedonista Ibiza, cuando era llamada Yebisah, bajo dominación musulmana, teníamos a un poeta báquico llamado Al Sabini o, como le apoda Mariano Planells: “el Sabinas”. Era el poeta de moda en Al Andalus, protegido por sultanas y califas. Hoy solo se conserva un poema suyo, dedicado al vino: “Eran pesados los vasos cuando vinieron vacíos a nosotros; pero cuando estuvieron llenos de vino puro se aligeraron y estuvieron a punto de volar con lo que contenían, del mismo modo que los cuerpos se aligeran con los espíritus”.
Las Pitiusas necesitan algo más de leggerezza, porque se percibe mucho cabreo en medio del tórrido estío. También se puede protestar contra los desmanes con coña fresca y marinera. Es más efectivo y elegante.
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