Gestación subrogada, maternidad subrogada, madres de alquiler, vientres de alquiler, … Llámese como quiera. Qué revolución para quienes no pueden engendrar por razones terapéuticas. Qué perversión para los que lo externalizan por ruines consideraciones estéticas. O por puro morbo monetario. No sé si soy el adecuado para opinar sobre este asunto, pero lo hago antes de que se dispare el mercado. Sí, pero el humano. Si buscan un responsable, culpen tal vez al poderoso caballero Don Dinero.
El avance científico abre la puerta a que parejas del mismo sexo o heterosexuales con problemas de fertilidad tengan la oportunidad de engendrar en el cuerpo de una mujer dispuesta a ello. Es dudoso y alarmante topar con simples objetos etiquetados y puestos al horno a baja temperatura durante nueve meses. Prostituir a cambio de orines monedas no es el camino. Quienes sólo quieren el fruto de la cosecha sin el previo cuidado por estética, tampoco son plato de buen gusto. Traspaso la lacerada piel de una familia con problemas para fecundar. Lanzarse a la maternidad subrogada les puede dar un nacido. Siempre y cuando haya voluntarios, y cuya elección no esconda una maleta encorsetada con sudorosos morados. Es aplicable en este caso el mismo principio que rige en la donación de órganos. No tiene que medir el dinero y nadie es quién, salvo la ley, para imponer un acto. La decisión de salvar vidas a través de la donación de órganos es de los propios sujetos sin consideraciones monetarias. El tufo es la vagancia y el de un enjaulado parque bursátil con lobos sedientos.
Es preciso regular la técnica de la gestación subrogada. Apuesto por el altruismo y para quienes no puedan engendrar por sus propios medios. El otro camino es perseguir los infundados aspectos de belleza y comodidad aliñados con metal. Es posible la adopción.
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