Es usual que muchos analistas políticos, en nuestro país, señalen que las elecciones se ganan en el centro. Quizás llevados por estas observaciones todos los partidos se proclaman de centro, hasta Pablo Iglesias, quien ya dice ser socialdemócrata pese a ser evidentemente comunista. Una semana más y ya será de centro.
¿Cómo parecer de centro? Haga usted como Rivera: hable mucho de Suarez aunque luego pacte con los socialistas que lo llamaron Tahúr del Mississippi; hágase fotos a lo Ciudadano Kane y proponga por toda solución el consenso, sin decir qué pero por consenso; vaya transitando por todo el arco parlamentario porque buscar el centro es lo que tiene: es una búsqueda insatisfecha hasta que uno se lo monta a su propio gusto. Parezca de centro pero vote al candidato de los socialistas y respecto de las realidades y los problemas limítese a describirlos no proponga soluciones. Ponga todo lo anterior en la probeta del laboratorio y sólo así «parecerá» de centro.
Parecer de centro no es ser de centro. El centro político no es –o no debería ser- el disfraz de la izquierda para comparecer en el mercado electoral.
Ser de centro es apostar por la moderación y la racionalidad, no imponer modelos parciales de sociedad y no excluir al contendiente por el sólo hecho de pretender sustituirlo. Ser de centro es una disposición de respeto y atención incluso a las propuestas más antagónicas, sin caer en el elitismo o el desdén ilustrado. El centrismo convierte en acción política lo que en la calle es normal.
Y se entiende normal en la calle que, para seguir manteniendo sujetas las riendas de nuestro futuro, no podemos hacer experimentos o atender a proyectos periclitados por la historia. Y se entiende normal que Ibiza y nuestro país no abandonen el marco de convivencia de las democracias occidentales. Se entiende normal que los políticos y los partidos democráticos se entiendan y pacten sin líneas rojas, sin parecer que pactan para -en realidad- pactar excluyendo a unos y otros.
Se entiende normal, una gran mayoría entiende normal, que las relaciones laborales en nuestras empresas se guíen por el mutuo beneficio entre empresarios y trabajadores, y no por un contrato único que supone el despido libre. Al igual que una gran mayoría defiende el derecho a la educación garantizándolo con la escuela pública, pero permitiendo también la concertación para asegurar la libre elección de centro a los padres. O una sanidad que –aun suponiendo la envidia de muchos otros países- sea efectiva y moderna, dotada de mayores recursos materiales y humanos para que no sean sus profesionales los que tengan que suplir con su vocación de servicio público lo que la administración no sabe resolver.
Una gran mayoría que se esfuerza, que en los años duros de la crisis ha sabido salir adelante, sin mirar arriba o abajo, ni a un lado u otro y ha sentido que ese esfuerzo –el de salir de la crisis con rapidez- era el gran proyecto en común que unía a los españoles.
Una gran mayoría formada por profesionales, emprendedores, trabajadores, por los que trabajan en nuestros servicios públicos y por los que trabajan nuestra tierra, por aquellos que se reúnen y conforman las asociaciones del tercer sector social y aquellas otras que sobre diversos sectores conforman nuestra sociedad civil. Una gran mayoría que no tiene miedo y que calladamente, sin alardes, no está dispuesta a que le roben el futuro.
Es a esa gran mayoría que hay en Ibiza a la que nos dirigimos para decirles, humildemente, que el Partido Popular quiere representarles, defender sus esfuerzos y atender sus anhelos. Y lo queremos hacer con un proyecto político moderno, dinámico, basado en la experiencia de nuestros equipos de gobierno, conociendo y atendiendo nuestras realidades y sabiendo que la creación de empleo y la mejora de la calidad de los empleos ya creados es la mejor política para reducir la desigualdad social, la política que conviene mantener en el futuro.
Seguir construyendo la Ibiza que queremos con mayor bienestar, sin exclusiones, sin necesidad de ir contra nadie, a favor de seguir progresando, requiere que el próximo domingo esa gran mayoría –que siempre ha sido- no divida esfuerzos, disponernos a ganar el futuro y a llenar las urnas de esperanza.
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