Aunque quizá sería mejor preguntar, ¿quién puede permitírselo? Y es que, es una realidad, el hecho de que cada vez hay menos libros de familia en cuyas fotos se puedan contar bastantes caritas sonrientes y eso bien lo demuestran las estadísticas demográficas que alarman sobre la baja tasa de natalidad que tiene España en la actualidad, convertido ya en un país inminentemente envejecido. Desde luego, que si los comparamos con la época de nuestros padres y abuelos, no hace falta tampoco recurrir a fuentes contrastadas para afirmar que el número de nacimientos ha disminuido.
No es raro escuchar decir a una persona mayor que en su casa eran 8 hermanos o que tuvo 7 hijos, pero estas cifras no se manejan en la actualidad, y menos entre parejas jóvenes. Preferimos tener menos pero poder darles todo, a pesar de que nuestros mayores sigan reivindicando que: «Los niños alegran una casa», y no les falta razón, pero también la revuelven. Como todo en la vida tiene sus pros y sus contras, claro que últimamente la balanza parece inclinarse más del lado de los contras, porque de uno o dos –a lo sumo tres–, casi nadie pasa. Pienso que hoy en día priorizamos otras cuestiones, igualmente respetables, y que en cualquier caso es elección de cada uno decidir cuántas bocas quiere o puede alimentar.
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