Se habla mucho estos días, ante las Elecciones Generales del 20 de diciembre, de que la próxima legislatura en Cortes Generales vendrá a ser una nueva legislatura constituyente debido a la previsible obtención de representación de nuevas formaciones políticas que propugnan un amplio revisionismo constitucional o debido también al Guadiana de la agitación federalista de otras.
Se pretende instalar la idea en la sociedad de cierto final de régimen, de que el programa constitucional del 78 no da más de sí, que es preciso tomar por asalto el régimen constitucional o que la democracia sólo sirve si se la despoja del debate en profundidad y es posible encapsularla en el mensaje televisivo de los 2 minutos por que esto es más moderno.
Es necesario destacar que son planteamientos o percepciones que se producen o se han producido en un momento de gravísima crisis económica, que ha supuesto una grave decepción de los ciudadanos con una Administración que no advirtió la crisis cuando se inició en 2008, que parecía colapsada, sin respuesta, por lo que no puede entenderse ese debate sino se entiende el desencanto de los ciudadanos en momentos tremendamente duros de una crisis económica que destruía empleo y en consecuencia agrandó la desigualdad social entre 2008 y 2012.
Siendo lo anterior así, creo también que en muchos de esos planteamientos destaca más una visión superficial de los problemas a los que se enfrenta nuestro país que un verdadero análisis que encuentre soluciones pragmáticas que permitan seguir avanzando.
Pienso, en cambio, que no es tanto que el programa político común de la Constitución del 78 ya no sea posible o que no siga siendo vigente sino que hoy es otra la generación de ibicencos y españoles la que lo interpreta. Una nueva generación distinta e hija de la generación de ibicencos y españoles que trajeron la democracia a nuestro país.
Hay una nueva generación de ibicencos y españoles que ya han dado el relevo en las empresas, en los centros de trabajo y en los despachos, en las organizaciones sociales y en las entidades del tercer sector social, en las asociaciones profesionales o en los servicios de la Administración Pública. Una generación dinámica, crítica, que no admite dogmas o eslóganes. Una generación que criada en democracia, en el debate, en la diferencia, que huye del uniformismo y a la que la vieja retórica política ya no le sirve. Una generación que no tiene miedo al futuro porque sabe que lo hemos hecho bien en el presente de la crisis económica más grave en muchos años y eso nos sirve para adaptarnos y mirar adelante con confianza.
Una generación que relee e interpreta la Constitución pero a la que la misma le sigue pareciendo vigente como el gran programa político común acordado por los españoles, que da cobijo a todas las políticas y todas las ideas.
Igualmente creo que existe en Ibiza y en nuestro país una amplia mayoría que entiende que siguen siendo necesarias las políticas del centro para hacer progresar nuestro país y una generación joven -mi generación- que ampliamente apuesta por ello.
El centro político no constituye un disfraz para la izquierda o la derecha sino que es una posición política sustantiva ya desde la transición en España, es el rumbo que impide que el barco abata hacia uno de los dos extremos.
El centro es una actitud tolerante, una disposición moderada como forma de entender el progreso, es la respuesta firme pero a la vez proporcionada ante los desafíos territoriales, es también la actualización política del viejo liberalismo español de Jovellanos, Larra y Ortega que sabe que la economía no consiste sólo en gobernar con destreza las reglas del mercado sino que lo trasciende para que la política económica allegue mayor bienestar a todos.
Hoy siguen siendo muy necesarias políticas de regeneración que renueven nuestro sistema de partidos. Así lo hemos hecho en estos cuatro años en el gobierno de la Nación, adaptando nuestras instituciones y las leyes que disciplinan el funcionamiento de los partidos políticos a las reglas de la transparencia y la rendición de cuentas.
Hoy siguen siendo necesarias las políticas de concordia del centro reformista ante las proclamas de enfrentamiento aunque vengan de la izquierda a la que se le cayó encima el Muro.
Hoy son necesarias las políticas del reformismo para no dejar que la recuperación quede en un suspiro, un paréntesis, para hacer que cada vez más y más personas se incorporen a la recuperación, seguir reduciendo la desigualdad y para seguir creando empleo, dotando de mayor calidad el empleo que ya generamos.
Hoy, y en la perspectiva de las elecciones generales del 20 de diciembre, es necesario un proyecto político solvente, con experiencia que huye de la superficialidad de las soluciones o de la frustración que generan los que utilizan la indignación pero no saben cómo darle respuestas eficaces.
Ahora y para los próximos cuatro años, tras haber servido con honestidad y responsabilidad en la salida de la crisis de este país, el Partido Popular es el centro que necesitamos.
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