Seguimos caminando hacia el inicio del Año Jubilar de la Misericordia, que el Papa inaugurará en San Pedro del Vaticano el día 8 de diciembre, fiesta de la Inmaculada y en nuestra diócesis lo iniciaremos con la apertura de la Puerta Santa en la Iglesia Catedral el domingo 13 de diciembre a las 12,30.
La Misericordia es el verdadero rostro de Dios, un rostro que como nos dice el Papa Francisco se nos muestra en Jesucristo. Hemos de vivir este Año Jubilar de la Misericordia a la luz de la Palabra del Señor para ser misericordiosos como Dios es misericordioso (Lc 6,36). Así hemos de tener claro que se queremos ser capaces de ser agentes de la misericordia, porque nosotros la recibimos de parte de Dios, debemos colocarnos en primer lugar a la escucha de la Palabra de Dios (Cf. Misericordiae Vultus, 13)
Escuchando la Palabra de Dios, disfrutando de su acogida, nos debemos sentir llamados y enviados a transmitirla a los demás; es un buen gesto hacer participes a los demás de las bondades y aportaciones que la Palabra de Dios hace en la vida de la humanidad, en la vida de cada persona, en la vida de todas las personas. Por eso, hemos de hacer nuestro del deseo expresado por el Papa Francisco de que «la Iglesia se convierta en el eco de la Palabra de Dios que resuena fuerte y decidida como palabra y gesto de perdón, de soporte, de ayuda, de amor. Nunca se canse de ofrecer misericordia y sea siempre paciente en el confortar y perdonar. La Iglesia se haga voz de cada hombre y mujer y repita con confianza y sin descanso: «Acuérdate, Señor, de tu misericordia y de tu amor; que son eternos» (Sal 25,6). Para cumplir eso es necesario que seamos en primer lugar personas que escuchan la Palabra de Dios para ser nosotros capaces de ser misericordiosos, conservando siempre la Palabra de Dios como nos cuenta el Evangelio que hacía la Virgen María, que conservaba la Palabra de Dios meditándola en su corazón.
El Año Jubilar de la Misericordia, que se vivirá en todas las parroquias de Ibiza y Formentera, tendrá la Puerta Santa en la Catedral, en nuestra Catedral dedicada a la Virgen María. Y Ella, que desde hace más de siete siglos protege y acompaña el caminar de quienes vivimos aquí, nos seguirá dando su amparo.
La Virgen María, que es misericordiosa, que ayudó a su prima Isabel, que promocionó la fiesta de los nuevos esposos de Caná de Galilea, que estuvo dando su amor y su misericordia a Jesús al pié de la cruz, será misericordiosa con todos nosotros en el caminar de este Año Jubilar. Recogiendo, una vez más, las palabras el Papa Francisco, podemos decir que «La dulzura de su mirada nos acompañe en este Año Santo, para que todos podamos redescubrir la alegría de la ternura de Dios. Ninguno como María ha conocido la profundidad del misterio de Dios hecho hombre. Todo en su vida fue plasmado por la presencia de la misericordia hecha carne. La Madre del Crucificado Resucitado entró en el santuario de la misericordia divina porque participó íntimamente en el misterio de su amor.
Elegida para ser la Madre del Hijo de Dios, María estuvo preparada desde siempre por el amor del Padre para ser Arca de la Alianza entre Dios y los hombres. Custodió en su corazón la divina misericordia en perfecta sintonía con su Hijo Jesús. Su canto de alabanza, en el umbral de la casa de Isabel, estuvo dedicado a la misericordia que se extiende «de generación en generación» (Lc 1,50). También nosotros estábamos presentes en aquellas palabras proféticas de la Virgen María. Esto nos servirá de consolación y de apoyo mientras atravesaremos la Puerta Santa para experimentar los frutos de la misericordia divina…. María atestigua que la misericordia del Hijo de Dios no conoce límites y alcanza a todos sin excluir a ninguno. Dirijamos a ella la antigua y siempre nueva oración del Salve Regina, para que nunca se canse de volver a nosotros sus ojos misericordiosos y nos haga dignos de contemplar el rostro de la misericordia, su Hijo Jesús.»
Ánimo y adelante hacia la vivencia plena del Año Jubilar de la Misericordia.
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