El magnífico reportaje publicado el domingo en este periódico gracias a Rubén Palomo y Dani Espinosa demuestra cómo los taxistas llamados ‘piratas’ actúan. A la luz del día, sin ningún tipo de control, y con la ayuda de unos turistas que son capaces de cualquier cosa, incluso de pactar con el diablo, si con ello llegan a su destino vacacional media hora antes de lo previsto y se evitan la largas colas para coger un taxi.

Estoy convencido de que no es fácil de demostrar la actividad irregular de estos personajes que consiguen ganarse un buen sueldo y, a la vez, perjudicar a aquellos profesionales que sí pagan impuestos y son solidarios con nuestra sociedad. ¡Pero si están en la puerta del aeropuerto, en salidas, a primera hora de la mañana! Contactan con el turista despistado, pactan un precio, se dirigen al parking, pagan su ticket, y de allí hasta el coche. El pasado sábado por la mañana quise ver en directo cómo actuaban los ‘piratas’.

A las 9 de la mañana me dirigí hasta una de las salidas del aeropuerto, pero no había nadie. Bueno, dos agentes de la Policía Nacional. O sea, cuando hay policías no hay ‘piratas’. Simplemente la presencia de las agentes se convierte en una acción coercitiva para que estos personajes, indocumentados, desleales, que dan una pésima imagen de Eivissa, no se conviertan en una de las primeras caras que ven los turistas cuando llegan a la isla de vacaciones. Quizás la normativa no es la mejor y los políticos siguen en el limbo para ver qué hacen, pero lo que queda claro es que la simple presencia de dos agentes ahuyenta a todos los ‘piratas’. Así de fácil y así de difícil, pero Eivissa tiene un grave problema con el transporte en verano y este año tampoco se ha hecho nada.