El anteproyecto de Ley de Economía Sostenible, aprobado el viernes por el Gobierno y sobre el que se había generado una indudable expectación, ha acabado, a tenor de las explicaciones dadas por la vicepresidenta económica, Elena Salgado, en una mera recopilación de proyectos ya anunciados y que, hasta el momento, no se habían materializado en los esquemas de política económica. Como medidas más populares hay que citar el incremento en la desgravación por alquiler y la reducción, por el contrario, de las bonificaciones por adquisición de vivienda. Otras propuestas están encaminadas a dinamizar la economía mediante la reducción de los trámites para la creación de empresas y de los tiempos para que la Administración salde sus deudas con los proveedores.

Salgado asegura que los cambios que introducirá la ley en la economía generarán «actividad, riqueza, empleo y bienestar». Demasiado voluntarismo ante un problema "el de la estructura de la economía española" muy serio, que requiere algo más que un parcheo, por muy grandilocuente que se quiera plantear. Apartar a nuestra clase empresarial de la especulación fácil en torno al 'ladrillo' "fuente inagotable de corrupción" frente a la necesaria inversión productiva, sentar las bases de una reforma laboral que invierta la actual destrucción de empleo, reducir las tasas de abandono escolar..., son, en realidad, las auténticas asignaturas pendientes que debe superar el entramado económico de nuestro país si se quiere superar la crisis actual y afrontar con garantías los vaivenes que deparará el futuro. No parece que sea tan complicado aprender de quienes, como la inmensa mayoría de países europeos, están logrando sobrevivir a la recesión sin llenar sus calles de parados.