En comparación con su población real asentada, la potencia económica de Eivissa y Formentera es tal que las vacilaciones de su principal motor económico suponen siempre una lluvia de millones, bien en un sentido, bien en otro. En estos tiempos, evidentemente, toca el negativo. El Instituto Nacional de Estadística (INE) hizo ayer oficiales los datos de la ocupación hotelera correspondiente al periodo cerrado del año que incluye julio, un mes ya vital para los intereses de las Islas. Los resultados, como no podía ser de otra manera, fueron negativos respecto al mismo periodo del año anterior, cuando, recordemos, la crisis económica empezaba a tomar cuerpo pero aún no arrastraba una herencia demasiado pesada. El INE certifica que viene menos gente y es seguro que en el actual contexto económico ésta deja menos dinero, pero aún no sabemos cuánto menos. Y eso que, a pesar de las carencias estructurales históricas como la limitación de oferta turística y, sobre todo, el transporte aéreo, la comparativa nacional sitúa tanto a las Pitiüses como al conjunto de Balears en una posición a todas luces envidiable para los destinos competidores de nuestro entorno. Evidentemente los indicadores señalan que vamos mal, pero mejor que casi todos, aunque serán los niveles de rentabilidad de las empresas los que determinen los efectos reales de la crisis en la población, ya que sólo el nivel de desempleo dice la verdad. El suspense social nunca es bueno, aunque ayude a determinar el nivel de madurez social que se ha logrado alcanzar. Es decir, que también la sociedad pitiusa tiene que irse preparando para el examen ante un futuro que no se presenta en absoluto halagüeño.