La dimisión del director del Centro Nacional de Inteligencia (CNI), Alberto Saiz, es la culminación de un proceso de deterioro que afectaba al máximo responsable del espionaje español tras trascender el uso de fondos públicos para fines privados, circunstancia que le había obligado a dos inusuales comparecencias ante la correspondiente comisión del Congreso de los Diputados para dar su versión de lo sucedido. Las evidencias y la presión mediática han obligado a la sustitución de Saiz por un militar, el general Félix Sanz Roldán -ex jefe del Estado Mayor del Ejército-, rompiendo así la dirección civil de este organismo que inició en 2001 el diplomático mallorquín Jorge Dezcallar.

La salida de Saiz confirma al error cometido por el Gobierno cuando no quiso sustituirlo en el cargo hace dos meses, cuando estalló el escándalo, una apuesta del presidente José Luis Rodríguez Zapatero de la que ha tenido que dar marcha atrás cuando las evidencias ya eran irrefutables y el deterioro del director afectaba a la estructura y funcionamiento del Centro Nacional de Inteligencia.

La crisis del CNI no se circunscribe a la figura de su director dimisionario, el nuevo responsable tiene por delante la ardua tarea de recuperar el crédito perdido con los turbios asuntos de su predecesor en un departamento tan sensible como el del espionaje. Además, los problemas en el CNI son de calado, entre otros que sus miembros sean los primeros en filtrar datos en contra de sus responsables. Este organismo, cuya gestión comparten los ministerios de Defensa e Interior, atraviesa una etapa convulsa del que no se conocen los orígenes pero sí las consecuencias, y éstas son peligrosas para los intereses de España. Del general Sanz cabe esperar rigor, seriedad y eficacia en su labor como nuevo director del Centro Nacional de Inteligencia.