La salomónica decisión de compartir la portavocía del Grupo Parlamentario Popular entre Francesc Fiol y Antoni Pastor hasta el final de la legislatura refleja la debilidad y desconcierto en que se encuentra la principal, y única, fuerza política de la oposición en el Parlament. La marcha de su presidenta regional, Rosa Estaràs, a Bruselas como eurodiputada electa el pasado domingo ha dejado un vacío que ha provocado una grave tormenta interna por el manifiesto enfrentamiento entre el 'aparato' "que optaba por Pastor" y el grupo parlamentario, la mayoría de cuyos integrantes hizo llegar a la cúpula su predilección por Fiol.

El reparto temporal de la figura de jefe de la oposición "un año cada uno para Fiol y Pastor" adoptado ayer por el Partido Popular parece más una simple solución de compromiso que una decisión seria y reflexiva, y en todo caso deja trascender el calado de las divergencias en el partido y su grupo. Con portavoces de quita y pon resulta sarcástica la petición de diálogo formulada por Estaràs al president Antich en su intervención de despedida del Parlament. Los órganos de dirección del PP, incluidos sus diputados, han preferido decantarse por un apaño que transmitirá una permanente imagen de provisionalidad, contexto al que el PP parece que ha quedado condenado desde la marcha de Jaume Matas.

El PP, que se ufanaba días atrás de la recuperación de su liderazgo político en Balears tras su victoria en las elecciones al Parlamento Europeo, ahora responde a su electorado con una fórmula ecléctica para hacer frente a la tarea de oposición al Govern durante los dos años que todavía quedan de legislatura. Queda por saber cuál será el resultado final de este experimento parlamentario.