a planificación urbanística de Vila dio ayer, por fin, un gran paso adelante con la aprobación definitiva en el Ayuntamiento del PGOU, que aún debe, sin embargo, ser ratificado por el Consell d'Eivissa antes de ser una realidad y favorecer decenas de actuaciones que, en teoría, deben hacer más fácil la vida al ciudadano. Sobre el papel, no habrá problema para que supere el trámite al, por fin, coincidir los colores políticos en ambas instituciones, un 'requisito' que no se cumplió en la anterior legislatura, con el consiguiente retraso de todo el proceso. Sin embargo, los parabienes que se arroga el actual gobierno municipal con el texto ya casi aprobado no son absolutos al faltar en un documento clave que define cómo se quiere el término municipal un acuerdo general (en esta fase de nuestra historia, imposible) con la oposición, que lo ve tan mal como para votar en contra. Los gobiernos electos, por esencia, no son eternos. Sometidos al escrutinio ciudadano siempre existe la posibilidad de que se produzca un relevo que, por lo visto y oído ayer, supondrá con seguridad una nueva revisión de un mapa vital, que generaría el consiguiente gasto y una nueva zozobra social. La redacción de este PGOU ha sido de todo menos un camino de rosas y repetir la experiencia en plazos no adecuados supondrá un trauma, incluso, institucional que un consenso al menos de las líneas generales podría aliviar. No ha sido así y, como sucede en otro nivel superior con el Plan Territorial Insular, que será revisado por el actual equipo insular de gobierno, el futuro del Plan General de Ordenación Urbana (PGOU) está marcado para mal. Eso sí, de momento, al equipo de gobierno le queda demostrar que las soluciones que prometían a problemas de larga duración estaban, efectivamente, en el proyecto a punto de ser aprobado.