España no estará presente en la cumbre económica mundial de mediados del próximo mes de noviembre a la que han sido convocados por Estados Unidos todos los países integrantes del llamando G-20, formado por las ocho economías más industrializadas y las doce consideradas emergentes, a pesar de los denodados esfuerzos del Gobierno. Todo indica que el presidente Bush quiere aprovechar la ocasión para hacer un nuevo desaire a Zapatero, una manera de evidenciar el distanciamiento de ambos políticos desde que España abandonó de manera precipitada la guerra de Irak.

Los apoyos del francés Sarkozy y el británico Brown en favor de Zapatero no han logrado flexibilizar "por el momento" la posición de Estados Unidos hasta alcanzar la paradoja de que se sienten a debatir las fórmulas para frenar la crisis financiera global los representantes de Argentina, responsables de la supresión de los fondos de pensiones privados para poder hacer frente a los pagos de su deuda, en una mesa en la que España no estará presente a pesar de ser un ejemplo de previsión, solidez y garantía de todo su sistema bancario.

El manifiesto castigo 'político' al que Bush quiere someter a Zapatero "también es justo reconocer que la situación vuelve a poner de manifiesto, una vez más, la debilidad de la política exterior española, la cual no logra atinar con su política de alianzas internacionales" lleva implícito una afrenta a España. Comienza a ser hora que en La Moncloa se asuma que no es posible estar junto a Morales, Chávez y Castro al mismo tiempo que se pretende entrar por la puerta grande de la Casa Blanca. La indefinición o los titubeos acaban suponiendo un severo coste político, que, en este caso, acaba pagando de una manera injusta el conjunto de los españoles.