El presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, sigue insistiendo en que es opinable si existe o no la crisis y se reafirma en sus críticas al presidente del Banco Central Europeo, Jean Claude Trichet, por sus declaraciones en torno a la posibilidad de un incremento de tipos si persistía la tendencia alcista de la inflación en la zona euro. Y, los hechos, desafortunadamente, parecen dar la razón al segundo por cuanto continúa el incremento de precios y, lo que es aún peor, España está liderando está indeseable tendencia.
Rodríguez Zapatero persiste además en que las medidas de los 2.500 euros por nacimiento o adopción y los 400 euros del IRPF son positivas, aún cuando la mayor parte de los analistas consideran que éstas sólo van a contribuir a incrementar el gasto público y son netamente insuficientes para paliar los efectos de una constante desaceleración que podría llevarnos a cifras de desempleo que no hemos conocido en décadas.
Bien es verdad que los alarmismos, en asuntos económicos no son buenos ni razonables y que hay que hacer frente a los datos negativos con la suficiente serenidad como para no agravar el estado de ánimo de la opinión pública, algo muy importante para determinar evoluciones futuras o marcarlas.
Pero no basta con el optimismo y las medidas de contención del gasto público deben ir mucho más allá que la congelación de sueldos de altos funcionarios. Y eso debe hacerse siempre sin menoscabar ni reducir el imprescindible gasto social de un Estado moderno.
Ciertamente es una compleja tarea a la que hay que dedicar notables esfuerzos, pero para eso elegimos a nuestros representantes políticos, para gestionar situaciones buenas y no tan buenas.
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