Estas fechas se prestan especialmente al ejercicio de volver la vista atrás para hacer balance de lo que ha pasado en estos últimos doce meses y, a la vez, echar un vistazo al futuro, intentando adivinar qué acaecerá en ese 2008 que todavía se presenta incierto.

Como a nivel político parece arriesgado atreverse a vaticinar los resultados de esas elecciones que nos esperan a la vuelta de la esquina (marzo), será más oportuno escudriñar lo que aventuran los especialistas en cuestiones económicas que, a la postre, son las que nos afectan a todos y acaban por condicionarnos el modo de vida.

España se encuentra en un momento de incertidumbre, aunque el ministro Pedro Solbes mantiene contra viento y marea (¿será porque estamos en campaña electoral?) esa previsión de crecimiento del PIB del 3'1 por ciento, francamente optimista. Ojalá sea así, porque esa cifra encierra en sí misma una promesa de crecimiento de empleo y de bonanza general.

Sin embargo, los analistas europeos creen que los datos del paro no serán tan prometedores en 2008. Vaticinan un crecimiento del desempleo hasta alcanzar el 8'4 por ciento. Ocurre que la ralentización del crecimiento económico prevista el año que viene tendrá efectos en la creación de empleo que, aunque obtendrá datos positivos, no será suficiente para absorber la gran llegada de nuevos ciudadanos al sector de la población activa.

Al final, el paro aumentará y ello vendrá a sumarse a esa precaución que empezamos a tener a la hora de consumir ante los datos preocupantes que llegan desde que los bancos han cerrado los créditos a cal y canto. Mientras el Euríbor no nos dé un respiro, y no parece que vaya a hacerlo pronto, estaremos a la espera de tiempos mejores.