La pensionista Carmela Bousada, oriunda de Cádiz, cumplió su sueño de ser madre el pasado 29 de diciembre, cuando tuvo dos mellizos siete días antes de cumplir los 67 años. Bousada se convirtió entonces en la madre de mayor de edad del mundo y abrió de nuevo una brecha entre la moral y los avances médicos.

La madre mintió en la edad a la hora de someterse a una fecundación artificial en Estados Unidos, un mal menor si se tiene en cuenta que la ley en España no pone límite de edad para ser sometida a este tipo de operación, aunque los médicos recomiendan no superar los 50 años de edad.

El trasfondo sitúa en dos polos opuestos los intereses de la madre y los de los hijos, y pone sobre la mesa un debate sobre la legalidad moral de la maternidad de una mujer próxima a los 70 de edad. Diga lo que diga la ley, debe imperar la lógica, aquélla que siempre proteja los derechos del niño frente a otro tipo de intereses cuestionables.

En el caso de una persona de edad avanzada, y según dice los expertos, existe incluso el riesgo de muerte materna y de que los niños nazcan de forma muy prematura, sin un desarrollo normal de sus órganos vitales.

Las primeras críticas no se han hecho esperar. Los avances científicos deben estar al servicio de los pacientes y nunca al servicio de determinados caprichos.

Una vez dado a luz a gemelos, Bousada ha anunciado que intentará buscar una pareja que en el futuro se haga cargo de sus hijos cuando ella fallezca. A pesar de que los niños han nacido sanos, la lógica debe imperar sobre determinadas decisiones. En esta caso ha sido desacertada, criticable y un ejemplo que no debería repetirse por todos los riesgos (sanitarios y sociales) que entraña.