Las declaraciones posteriores al atentado de la T4 de Barajas no sólo han sido contradictorias por parte del Ejecutivo -primero dijo que se suspendía el diálogo y después que estaba roto el proceso-, también ilógicas e irracionales por parte de la izquierda abertzale. Basta con recordar las palabras de Pernando Barrena, dirigente de Batasuna, asegurando que no hay constancia expresa de la ruptura del alto el fuego decretado por ETA hace más de nueve meses. A Barrena no le basta la evidencia de un grave atentado con un fallecido confirmado y una segunda persona todavía desaparecida, necesita una confirmación oficial y por escrito de que la banda terrorista ha retomado la violencia como arma de intimidación.
Decir que el alto el fuego continúa y que sigue más vivo que nunca forma parte del esperpento de Batasuna, que se aferra a un proceso de paz inexistente que no quiere aceptar, lo mismo que el brutal atentado, que se niega a condenar. De sobras son sabidas las declaraciones de la formación abertzale sobre las negociaciones entre el Gobierno y ETA en los últimos meses, informaciones que se refieren al proceso como «crítico», «en vía muerta» o «paralizado». Batasuna se adelantó augurando la ruptura y ahora enarbola un proceso del que uno de los interlocutores ya ha anunciado que no quiere formar parte.
A este panorama ilógico y surrealista hay que añadir más tensiones entre el Ejecutivo y el PP. Lejos de asumir la actual situación política, ambos partidos continúan manteniendo su particular guerra diálectica. Si Rajoy pide a Zapatero una comparecencia para explicar qué ha pasado con el proceso de paz, el PSOE le recuerda que Aznar nunca explicó la ruptura de la tregua en 1999. Ni siquiera el atentado de la T4 parece poder lograr el deseado consenso contra el terorismo.
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