La llegada de plagas de medusas a las costas del Mediterráneo será más frecuente cada año, según afirman los expertos. La causa hay que buscarla en el cambio climático, un concepto repetido hasta la saciedad y que, por el momento, no ha merecido la atención que reclama por parte de las primeras potencias mundiales.
Desde hace unos años determinados fenómenos naturales se han convertido en auténticas catástrofes por el calentamiento de la tierra, un fenómeno especialmente grave si se tiene en cuenta las dramáticas consecuencias sufridas por tifones de extraordinaria fuerza en Asia, el incremento de huracanes en América Central y Estados Unidos, e incluso, los «cap de fibló» que asoman por Balears.
Todos los países industrializados deberían comprometerse en una causa que, con el paso del tiempo, puede ser devastadora. El Procolo de Kyoto existe pero, hasta la fecha, ha pasado de puntillas en las polítícas mediambientales de los gobiernos y, con especial hastío, en la de Estados Unidos.
El protocolo se firmó con el esperanza de ir reduciendo poco a poco las emisiones de CO2 y evitar que la capa de ozono se deteriora todavía más. Los años pasan y la locura del cambio climático puede transformar poco a poco la vida que conocemos.
Este verano millones de medusas viajan por el Mediterráneo. No sabemos qué pasará este invierno, pero sería aconsejable que el texto de Kyoto sumase más adeptos y, los que ya han firmado el protocolo, que lo respeten sin demora. Una vez puesto el remedio, todos, y en primer lugar las multinacionales, deben asumir las responsabilidades oportunas.
Todo para que nuestro entorno no sufra los bruscos cambios y castástrofes que se avecinan si nadie lo remedia.
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