El Partido Popular tiene un problema: la decisión de la dirección nacional de llevar a la calle la lucha contra el Estatut de Catalunya no gusta a toda su militancia y menos a muchos de sus votantes. Y es lógico. La mayoría de los presidentes autonómicos del PP desearían para sus comunidades idéntico sistema de financiación que el obtenido en Catalunya, respetando, eso sí, la solidaridad interterritorial y sin poner nunca en peligro la unidad de España. Así lo ha manifestado el president Jaume Matas, que, naturalmente, desea que los habitantes de estas islas gocen de los mismos privilegios que los catalanes van a obtener con la reforma estatutaria. En la dirección nacional del PP eso no gusta, y por ese motivo ha llamado a capítulo a sus dirigentes autonómicos para que no se aparten de la estrategia del partido.

Ahí está ahora mismo el principal problema al que se enfrenta un PP que está perdiendo la oportunidad de hacer una oposición constructiva y capaz de conquistar votos para volver a gobernar. La crispación y el continuo enfrentamiento a todo, el «no» sistemático que ha adoptado para derribar al Gobierno Zapatero, puede reportarle votos de los sectores más radicales, pero también conseguirá que le abandonen muchos ciudadanos centristas que ven peligroso el excesivo acercamiento a las posiciones más rancias de la derecha.

En un contexto como éste, políticos bien valorados por su sentido común y su moderación, como Josep Piqué o Alberto Ruiz Gallardón, y algunos presidentes de comunidades autónomas no saben muy bien qué papel deben desempeñar en el seno del Partido Popular, donde pesan demasiado las posiciones más extremistas de Eduardo Zaplana o Àngel Acebes. En el medio de esta «lucha intestina» se encuentra un Mariano Rajoy que siempre destacó por su centrismo y hoy apenas halla su lugar. Y en el PP balear, ¿qué ocurre? Pues que si bien la mayoría de sus responsables son partidarios de una línea más moderada, no dudarán en hacer las declaraciones que la dirección nacional del partido quiere oír y secundarán, con más o menos entusiasmo, las campañas programadas desde la sede de la calle Génova.