La aprobación del presupuesto comunitario, como cabía esperar,
ha provocado reacciones absolutamente contrapuestas entre el
Gobierno y la oposición del Partido Popular (PP). El primero
considera un «éxito» del ejecutivo el acuerdo final, mientras que
los conservadores creen que la negociación ha acabado con muy mal
resultado para todo el país.
Lo que debería quedar claro desde el principio es que España,
después de la última ampliación, vería como se reducían las ayudas
comunitarias de forma notable, al pasar la mayor parte de éstas a
los nuevos socios con unos niveles de riqueza inferiores. Por ello
resultaba impensable, ya antes de la cumbre de Bruselas, que las
cosas siguieran como estaban o sufrieran modificaciones
ínfimas.
Dicho esto, no parecen razonables las críticas del líder del PP,
Mariano Rajoy, a la negociación llevada a cabo por José Luis
Rodríguez Zapatero, toda vez que, cualquiera que hubiera sido el
Gobierno español, la situación sería si no la misma, cuando menos
similar.
Pero, por otra parte, tampoco se entiende que en su
comparecencia ante los medios, el presidente del Gobierno hablara
de un «éxito» rotundo, cuando España pierde muchos millones de
euros, aunque eso sí, de forma gradual hasta el 2013, y se
convierte, según desvelaba Tony Blair, en contribuyente neto de la
Unión renunciando a la privilegiada situación en la que se
encontraba.
Por lo demás, cabe destacar el papel representado en Bruselas
por la nueva canciller alemana, Angela Merkel, a la que, visto el
desarrollo de la cumbre, habrá que seguir muy de cerca por cuanto
va a ser determinante en el rumbo que adopte la UE a lo largo de
los próximos años.
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