Es muy probable que de haber previsto el extraordinario encarecimiento del petróleo registrado en los últimos tiempos, Rodríguez Zapatero no se hubiera comprometido como lo hizo con Izquierda Verde a pactar un calendario para el cierre de centrales nucleares en nuestro país. Puesto que ahora el aumento del precio del crudo fuerza un debate en el que participarán empresarios, grupos parlamentarios y representantes de la industria y de distintos sectores sociales. Lo que antes era una decisión a adoptar por el Gobierno es hoy una cuestión de interés nacional. Conocida la peligrosa dependencia de España en materia de energía -importamos tres cuartas partes de la energía primaria que consumimos- y el importante incremento habido en la demanda, el Gobierno aprobó en julio pasado un plan encaminado a atajar dicha demanda y fomentar la generación de energías limpias. Y volvemos así al problema de las centrales nucleares. Los partidarios del recurso a la energía nuclear la caracterizan como limpia en lo concerniente a emisiones contaminantes; no obstante, desde sectores próximos a la izquierda ecologista que aún no han olvidado la catástrofe de Chernobil se arguyen los altos costes en construcción e inversión en materia de seguridad que requieren las centrales nucleares. El debate, pues, resulta obligado, y sería de desear que fuera un debate tranquilo, abierto, serio en lo tocante a ventajas e inconvenientes, y sin posturas previas -«sin pancartas», han llegado a adelantar algunos- contra unas centrales nucleares que, sin constituir la panacea, pueden llegar en estos momentos a ser del todo imprescindibles. Mientras en este país no se apueste más fuerte por las denominadas energías renovables, eólicas y de producción con biomasa, no podemos dejar de lado una energía nuclear que supone una cuarta parte de toda la que se produce.