El Papa ha realizado por tercera vez en el viaje a su tierra natal alemana una contundente llamada al diálogo con otras comunidades religiosas. Primero fue su visita a la sinagoga y su encuentro con representantes de otras iglesias cristianas en el Arzobispado de Colonia, y luego la reunión con los representantes de las comunidades islámicas en Alemania, donde lanzó una dura condena al terrorismo, que envenena las relaciones entre cristianos y musulmanes.

En este primer viaje oficial de Benedicto XVI fuera de Italia han sido inevitables las comparaciones con su predecesor, Juan Pablo II. Lejos de la popularidad del «Papa viajero», algo que difícilmente puede disfrutar Ratzinger con apenas cuatro meses de papado, ha dejado sin embargo una buena imagen y un mensaje que retoma la línea emprendida por Juan Pablo II de acercamiento y diálogo con otras religiones. Benedicto XVI compensa su escaso carisma con su enorme formación y la facilidad del mensaje propio de un eminente teólogo.

El Papa se ha mostrado tajante al manifestar que todo terrorismo es una opción perversa y cruel, y condenó a quienes utilizan la religión como excusa para el terrorismo.

El discurso de Benedicto XVI ante la comunidad islámica volvió a tener, lo mismo que en su encuentro con la comunidad judía, un punto de autocrítica que no ha pasado desapercibido cuando afirmó que no cierra los ojos a la realidad de que el respeto mutuo y la comprensión no siempre han caracterizado las relaciones entre cristianos y musulmanes, y se mostró avergonzado por quienes a lo largo de la historia han emprendido guerras invocando, de una parte y de otra, el nombre de Dios.